Tal día como hoy, 12 de abril, del año 1539 nacía en Cuzco (hoy, Perú) Gómez Suárez de Figueroa, militar e historiador cuya obra se reconoce hoy como el inicio de la literatura en el hispanoamérica.
Gómez, que cambiará su nombre en España por Garcilaso de la Vega, fue hijo del conquistador y futuro corregidor de Cuzco Sebastián Garcilaso de la Vega, de orígenes extremeños y nobles, y la princesa incaica Túpac Yupanqui. Fue, pues, mestizo que recibió educación por parte de sus dos herencias culturales: la europea y la incaica. De hecho, se le suele citar como el primero que concilia ambos mundos, quedando esto reflejado en su obra maestra: los Comentarios reales, publicada en dos tomos. Desde el punto de vista literario esta obra está reconocida por ser una de las más elevadas expresiones del castellano. De él destacaron siempre, precisamente, su exquisito dominio de la lengua.
El Inca Garcilaso residió en Montilla y en Córdoba. Muy cerca de la Mezquita-Catedral, donde quiso ser enterrado, tuvo su casa: el número 6 de la calle Deanes, en la antigua collación de Santa María, donde una inscripción lo recuerda.
En 1612, según documentación, se le concede un espacio en el muro norte a condición que lo decore con reja y solería. Es la capilla de las Benditas Ánimas del Purgatorio, ubicada en la ampliación de Almanzor, la tercera contando desde el este al oeste.
En 1616, contrató la reja y talla que preside el retablo, pero cuando fallece ese mismo año, la obra no está terminada. Algo que era habitual: los herederos o capellanes eran los encargados de que concluyeran las obras. Así pues, tras su muerte se llevará a cabo el grueso de las obras: Juan Durillo, entonces maestro mayor de las obras de la Catedral, se encarga de la edificación (cierres laterales, cubierta y fachada), mientras que Matías Conrado realizará la labor de yesería y Andrés Fernández y Agustín del Castillo -padre del también pintor Antonio del Castillo- el dorado de la misma, tanto interior como exterior.
El retablo, al frente de la capilla, es una obra anónima de la primera mitad de siglo que se ha atribuido a Juan de Ortuño. Consta de un único registro que alberga la talla de Jesús Crucificado (obra de Felipe Vázquez de Ureta) sobre un fondo pictórico que representa la ciudad de Jerusalén. Un pequeño frontón remata el conjunto, donde se representa, en relieve, a Dios.
Es interesante la fachada, pues en ella se representa las armas del Inca: en el frontón que la remata, en los extremos, los escudos de sus dos linajes; en la reja, unidos en uno sólo que el mismo diseñó y publicó en los Comentarios Reales. En este aparecen los blasones de su linaje paterno: los Vargas, los Suárez de Figueroa, los Sotomayor, los Mendoza; de su linaje materno, los símbolos que corresponden a la realeza, puesto que era descendiente del Inca (el soberano).
Terminamos nuestro pequeño homenaje a tan ilustre personaje con unas palabras de la inscripción de su capilla, donde se recuerdan su biografía y méritos:
El Inca Garcilaso de la Vega, varón insigne, digno de perpetua memoria, ilustre en sangre, perito en letras, 91036″]
valiente en armas
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Historiadora del arte e Intérprete del Patrimonio
Yo ya no se q decir es espertacular
Sensacional!
Es el primer ejemplo ilustre de la unión de España y America