Todos aprendimos en los libros de Historia y Arte cómo en los estados medievales de la Península Itálica comenzó la recuperación de las ciencias y artes de la Antigüedad Clásica durante el Trecento y el Quattrocento. Pero a medida que avanza nuestro conocimiento de la actividad científica y cultural desarrollada en el Al-Ándalus omeya se pone más claramente de relieve que desde al menos cinco siglos antes al conocido comienzo del Renacimiento Italiano, en el Emirato y Califato de Córdoba ya se recuperaban, desarrollaban y ponían en valor las muy diversas tradiciones filosóficas, científicas y artísticas heredadas del Mundo Antiguo.
La verdadera relevancia de ese enorme desarrollo cultural no siempre ha sido reconocida por la historiografía tradicional europea, contadas excepciones, a diferencia de la procedente de países islámicos. No es hasta los siglos XIX y XX cuando historiadores y arabistas, a menudo foráneos, comienzan a destacar la importantísima dimensión cultural de la Córdoba omeya, “luz de Occidente”, la mayor ciudad europea del momento. Un crisol de culturas y religiones que interaccionan entre sí, que si bien sufre un progresivo proceso de arabización e islamización promovido por las élites gobernantes, alcanza momentos de esplendor mientras hubo convivencia y tolerancia.
En la corte omeya será acogida toda una pléyade de sabios venidos de toda Al-Ándalus y más allá que estudia y desarrolla las tradiciones filosóficas y de conocimiento de griegos y romanos. Física, Matemáticas, Medicina, Astrología, pero también se van a producir un fenómeno importante de mecenazgo y fomento de las artes como la Arquitectura, orfebrería, poesía, ilustración o música. Destaquemos por ejemplo la figura de Ibn Firnas, pionero de la aviación y primer ser humano documentado que consiguió volar en el año 875 con alas diseñadas por él mismo. Generalmente olvidado, Firnás se anticipa quinientos años al gran Leonardo y nada menos que un milenio a los pioneros occidentales modernos. Nacido en Ronda en 810, se arrojaba desde los alminares cordobeses probando sus inventos ante la atónita mirada de la muchedumbre. Pero no estaba loco. Era profesor de poesía en la corte de Abderramán II, destacado filósofo, físico y astrólogo. Pocos le conocen hoy en día en la ciudad que le vio volar.
Es sólo un botón de muestra de lo que se cocía en Al-Ándalus, pues todos sabemos que la lista de sabios andalusíes es extensa y sobrevive incluso al Califato. Ibn Hazm, Ziryab, Averroes, Ibn Shaprut, Maimónides, Mohamed al Gafequi son sólo los más reconocidos. El propio califa Al Hakam II es apodado “el Sabio”, pues era arquitecto, poeta, filósofo, lector compulsivo e impresionante mecenas de las artes y ciencias. Construyó él mismo una inmensa biblioteca en el Alcázar de Córdoba con hasta 400.000 volúmenes recuperados por toda una legión de agentes que viajaban por todo el mundo conocido, traducidos al árabe por sus propios copistas e iluminadores para su estudio y desarrollo científico. Además, desde otras capitales romanas se trajeron a Medina Azahara (La Ciudad Esplendorosa, “Versalles de la Edad Media”) y a Córdoba gran cantidad de objetos de origen romano, incluidas esculturas y sarcófagos ilustrados, que restauraban y reutilizaban como verdaderos objetos de prestigio, antigüedades que tanto apreciaban a pesar de incluir la forma humana. Es decir, se estaba produciendo una recuperación literal de la Antigüedad Clásica
A medida que la investigación avanza nos describe un pronunciado aspecto romanizante en la Dinastía Omeya, tal vez sorprendente en una cultura islámica. Pero no hemos de olvidar que eran originarios de Siria, área intensamente romanizada como la Bética y acusados de ser tolerantes con los “infieles” por los Abasíes de Baghdad, que trataron arduamente de exterminar a los Omeya de la faz de la Tierra. Afortunadamente no lo consiguieron y llevaron estas tierras a momentos de esplendor, panorama que poco a poco sale a la luz una vez que los investigadores comenzaron a desprenderse de la visión interesada y llena de tópicos que dominan la historiografía tradicional europea, maleza del bosque que siempre impidió ver la riqueza de nuestro paisaje histórico.
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Cidade encantadora, Cordoba! Parabéns por todo o trabalho de pesquisa e divulgação do esplendor cultural do Al-Andaluz!