En el lugar donde hoy se alza la Mezquita-Catedral de Córdoba, estuvo el complejo episcopal de San Vicente. Las fuentes escritas de la conquista afirman que cuando los musulmanes llegaron a la ciudad, encontraron en esta zona un gran centro de poder visigodo: la catedral cristiana y el palacio del gobernador. Durante unos decenios, dicho complejo episcopal no fue destruido sino que se adaptó un espacio para el rezo musulmán, una especie de mezquita provisional que daba servicio a la comunidad musulmana que quedó en Córdoba mientras el grueso de las tropas continuaron hacia el norte con la conquista de la Península Ibérica. Sin embargo, las necesidades políticas, sociales y religiosas de Abd al Rahman I hicieron necesaria la existencia de una mezquita permanente. El resultado final fue la destrucción y arrasamiento del primitivo complejo cristiano para construir en su lugar el edificio musulmán. De esta manera, la catedral visigoda de San Vicente y los edificios aledaños desaparecieron durante siglos. Los estudios llevados a cabo a lo largo de la etapa moderna del edificio y las excavaciones arqueológicas han permitido redescubrir los vestigios del viejo complejo episcopal. Para poder exponer de forma permanente parte de los elementos aparecidos se hacía necesario un espacio.
En la esquina sudoeste de la Mezquita-Catedral, en un espacio que ocupó originalmente la Librería de la Catedral, se estableció el Museo Visigodo de San Vicente. La mayor parte de las piezas que se exponen se vinculan, de forma directa, con un edificio de carácter cristiano. La primera que llama la atención es el extraordinario tenante -o pie- de altar labrado en mármol que serviría como base de una mesa de altar. Hasta el siglo XIX, esta extraordinaria pieza se encontraba en la maqsura, a la derecha de la fachada del mihrab. Posteriormente, estuvo junto a la puerta de San Miguel, como soporte de una pila de agua bendita.
Especialmente interesante es el fragmento de sarcófago paleocristiano que se puede ver en la vitrina contigua a la anterior. Se encontró en las excavaciones antiguas como parte de la cimentación de una columna, por lo que fue una de las piezas reutilizadas durante la construcción de la primitiva mezquita de Abd al Rahman I. El sarcófago, realizado hacia los años 330 o 335, representa escenas del Nuevo Testamento como la hemorroisa o la curación del ciego. A su vez, esta pieza fue reutilizada en un edificio visigodo, como atestigua la decoración de la parte trasera. En esta misma vitrina se expone una placa de mármol decorada con un crismón, alfa y omega y una venera que recuerda claramente a modelos emeritenses.
Otras de las piezas de mármol son canceles. En las iglesias de la época, los canceles servían para separar físicamente el presbiterio de la zona donde se encontraban los fieles. En las decoraciones, predominan los elementos de carácter geométrico y vegetal. Por otro lado, muy curiosa es la colección de ladrillos decorados. Existe debate entre los investigadores pero probablemente decorarían algunos muros interiores de las iglesias. La iconografía se basa en crismones y ruedas de fuego. Esa misma decoración predomina en la conocida como “pila bautismal” que se expone en el museo.
La cronología de la mayor parte de los elementos expuestos en el museo oscila entre mediados de los siglos VI y VII. Su fecha, el lugar del hallazgo y, como comentaba antes, su clarísimo carácter cristiano no hace sino confirmar la existencia del primitivo complejo episcopal de San Vicente en el lugar donde, posteriormente se erigió la extraordinaria Mezquita omeya de Córdoba.
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