Como si hubiera salido de un relato propio del romanticismo decimonónico apareció, entre la neblina fresca de una mañana lluviosa, una presencia conmovedora a la vez que inesperada. Sobrecogidos y sin encontrar apenas palabras que articular pudimos contemplar la figura elegante de un zorro dorado cruzando el patio de abluciones de la Mezquita Aljama de la ciudad esplendorosa tranquilo, confiado pese a nuestra sorpresa, dejando perfectamente claro quién es ahora el señor de esos pagos, heredero de una dinastía sin duda asentada desde hace siglos en la privilegiada falda de Sierra Morena.
Pero no es literatura, ni una historia salida de un cómic, sino parte de una realidad patrimonial ingente y compleja que aúna valores diversos e inseparables. De forma que el ineludible interés histórico y científico que presenta un yacimiento arqueológico de tal magnitud no puede jamás desvincularse del excepcional valor paisajístico que lo alberga. Es cuando Historia, medio físico, flora y también fauna se conjugan de forma sublime para traspasar la belleza de lo meramente pintoresco.
Esta realidad, siempre tenida en cuenta por investigadores e instituciones, es continuo objeto de estudio de un acertado programa divulgativo ofrecido por el propio Conjunto Arqueológico dentro de sus Recorridos Temáticos, titulado Arqueología y paisaje de Madinat al-Zahra. Debemos entender que la difusión y conocimiento de estos valores es también respuesta adecuada a los excesos urbanísticos sufridos en su entorno, probablemente el mayor condicionante a superar por la reciente propuesta para su designación como Patrimonio de la Humanidad.
Ante la trascendencia de este proceso que ahora se inicia, la singularidad paisajística del territorio en el que se implanta el paraíso terrenal de los Omeya cordobeses debe ser una de las piedras angulares del proyecto. Su conocimiento y provecho social adquiere una especial relevancia ante el nuevo reto propuesto.
Pocos días después volvimos a avistarlo altanero, con paso ceremonioso, a la vez mimetizado entre la calcarenita de las Viviendas Superiores que indiferente a la presencia de visitantes. Pero la sorpresa no participaba ya de esta nueva experiencia estética, sino un profundo sentimiento de complicidad y admiración ante la criatura que ahora habita los jardines y palacios reales, que sin quererlo se ha convertido ya en un nuevo atractivo de Madinat al-Zahra.
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