Los baños han estado presentes a lo largo del tiempo, adaptándose a las diferentes culturas; romanos y visigodos tuvieron baños antes de la llegada del islam a la Península, por tanto, el hammam no fue invención musulmana, pero sí se vio sumamente transformado por esta cultura y religión, contando con un uso necesariamente encaminado a la religiosidad. Antes de pasar a orar a la mezquita, el fiel ha de estar en un sumo estado de pureza legal (tahara) que se consigue a través de la ablución. Será imprescindible acudir a un baño a realizar un lavado total del cuerpo (ghusl) en el caso de que se haya producido una impureza grave o la muerte de algún familiar cercano. Es por ello por lo que el hammam se ubicará generalmente cercano a una mezquita y en zonas donde fuese sencillo disponer de agua, elemento esencial de purificación.
Así, el acceso a los mismos era una necesidad y no un lujo, generándose en su interior un ambiente de convivencia e igualdad social. Por esta razón, el baño se convertía también en un espacio dedicado al ocio, la socialización y conversación.Todo ello provocaba una tendencia hedonista que del mismo modo concebía el hammam como un lugar de disfrute artístico, con la visualización de esculturas romanas y otro tipo de representaciones pictóricas humanas y animales de contenido erótico. Se trataba, por tanto, de un espacio perfecto para forjar negocios o tratos, además de ser un lugar sumamente atractivo para el crimen y la violación de las leyes: robo, violencia, prostitución, espionaje, conspiración, etc. A pesar de ello, existía una completa regulación que velaba por el cumplimiento de las normas religiosas, manteniendo así el orden y la armonía en su interior.
En este sentido, los baños públicos, solían contar con un horario de apertura ininterrumpido y de obligado cumplimiento en el que se disponía un espacio temporal desde las diez de la noche hasta el mediodía siguiente para los hombres; el tiempo restante el baño estaba ocupado por las mujeres y niños que aún no habían alcanzado la pubertad. Igualmente, fumar o socializar con los hombres en público se consideraba escandaloso para las mujeres que en algunos baños estaban obligadas a portar ropa que cubría todo el cuerpo a excepción de las manos, los pies, y la cara. Además, el baño era el sitio de la preparación de la novia antes de la boda y un gran número de casamientos tendrían su origen en estos recintos, pues los padres del joven a casar acudían al mismo con el fin de “ojear” a las damas y hacerles un retrato.
En definitiva, la importancia de una ciudad estaba determinada, entre otras cuestiones, por el número de baños con los que contase, siendo éstos una expresión esencial de la arquitectura civil andalusí. En Córdoba, son pocos los ejemplos de baños que han llegado a nuestros días con respecto al enorme número de baños públicos y privados que hubo en la ciudad, sin embargo, baños andalusíes como los de la Pescadería o de Santa María sí que han llegado hasta nuestros días brindándonos un excelente ejemplo del interés de los musulmanes de dotar a Qurtuba de una infraestructura y edificaciones que hicieran alarde de su esplendor.[magicactionbox id=”11191036″]
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