Esta bailaora nació un 5 de mayo del 1901. Fue bautizada en la iglesia de Santiago, en Córdoba. Sus padres la tuvieron siendo muy jóvenes, a la edad de 19 años, por lo que su relación no acabo cristalizando en matrimonio. Dora comenzó su andadura como bailaora con 12 años, siempre protegida por el dueño del teatro Duque de Rivas de Córdoba, Don Antonio Cabrera. Con 18 años marcha a Madrid para trabajar en el teatro Romea y continua allí con la protección de Don Antonio Cabrera. Comienza como principiante, pero pronto se gana admiración y respeto por la gracia con la que bailaba los pasodobles, imitando a los toreros de moda o cantando con aquella voz, que tenía tanta gracia y chispa, los cuplés aflamencados del momento.
Fue por mediación de Don Antonio Cabrera que Julio Romero conoció a Dolores Castro. Este encuentro se produjo en Madrid. La causa principal es que Julio Romero se quedo prendada de ella cuando la vio bailar en el teatro Romea. Ya había oído hablar de ella, pero nunca la vio actuar hasta aquel momento. En el estudio que el pintor cordobés tenía en Madrid, en la calle Pelayo, fue donde se conocieron más en profundidad. Todos los que han estudiado a Julio Romero hablan de este encuentro como de un reencuentro también con la ciudad de Córdoba, a la que añoraba. Todo este significado venía acentuado con el hecho de que la modelo conocía con bastante profundidad la cultura de Córdoba. Esta iba desde los conocidos “peroles”, pasando por la devoción a la Virgen de los Dolores hasta llegar al conocimiento de leyendas como la de la Calle de las Siete Revueltas.
El fruto de este primer encuentro fue un retrato con el que el artista cordobés intentó ayudar a impulsar la imagen de la bailaora, por eso, ella aparece en el retrato con un gesto grave. En la composición también aparece una guitarra y ella esta ataviada con un sombrero cordobés, con la campiña cordobesa de fondo como personaje casi siempre presente en su producción. Este retrato fue vendido en 1922 a Salvador Oria, un coleccionista de Buenos Aires. Cuando Dora se convirtió en una artista de fama nacional, el pintor cordobés la tomó de nuevo como modelo para realizar el diseño de las etiquetas de las botellas de anís de “La Cordobesa”.
El rostro de la artista también fue usado por Julio Romero para realizar el cartel de la gran corrida patriótica que se celebro en Madrid en 1921, en homenaje a la Cruz Roja. Lo que vuelve a llamar la atención son los grandes ojos y la expresividad de la modelo. El último retrato que el pintor realiza de “Dora la cordobesita” fue unos meses antes de la boda de la misma con el torero “Chicuelo”. Era el proyecto para el cartel de la corrida de beneficencia de Alcalá de Henares. Ella aparece con una túnica ceñida de color amarillo, en contraste con el negro sombrero cordobés. La modelo tiene en las manos una guitarra de espaldas. Muchos han querido ver en este gesto un anuncio de su posterior retirada de los escenarios.
La boda se celebrará el 10 de noviembre de 1927 en el entonces llamado hospital de San Jacinto pero que en la actualidad se conoce mas como la Iglesia de los Dolores. Este enlace provocó una gran expectación en la ciudad. Después del mismo, ambos se trasladaron a Sevilla, donde se dedicó a criar a sus hijos. Según algunas declaraciones, no echó de menos su vida en los escenarios. Allí moriría en el año 1965.
Artículos anteriores dedicados a las modelos de Julio Romero de Torres:
- “La chiquita piconera”: Mª Teresa López González.
- “Carasucia”: Ana López.
- “la gitana”: Amalia Fernández Heredia (1ª parte)
- “la gitana”: Amalia Fernández Heredia (2ª parte)
- Pastora Imperio
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- Jeanne Roques “La Musidora”
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