Comenzamos ahora una breve trilogía dedicada a recordar estos destacados espacios que dotaron a Corduba de una magnificencia, propia que su papel como capital de la Provincia Ulterior primero, Baetica más tarde, que fue otorgada por la propia Roma.
En las últimas décadas hemos asistido, afortunadamente, a un magnífico avance en el conocimiento de los edificios cordobeses que en época romana acogían los distintos ludi o espectáculos, muy habituales en las grandes urbes del momento y que representan aspectos culturales, políticos e incluso religiosos muy significativos de la idiosincrasia del momento. Y es que, a pesar de la relevancia y la magnitud que los ejemplos cordobeses tuvieron poco hemos sabido de ellos hasta momentos recientes pues tras su abandono y ruina sus materiales y espacios fueron reutilizados y amortizados.
Llamativo es por ejemplo el caso del teatro. Las colosales dimensiones de su eje mayor –recordemos que su forma básica es semicircular- lo sitúan como el mayor teatro romano conocido en Hispania, con 124 metros de diámetro, tan sólo 6 menos que el Teatro de Marcello en Roma que le sirve como modelo. Datado por sus excavadores –dirigidos por el profesor Ángel Ventura- en los primeros años de nuestra era, representó un verdadero hito en la urbanización monumental de su entorno al formar parte de la reconstrucción de Corduba que Augusto, el Princeps, lleva a cabo tras su destrucción en los episodios finales de la Campaña de Munda.
Es en ese contexto histórico cuando se acomete un ambicioso proyecto constructivo que abarca una extensa área comprendida desde el entorno de la calle Rey Heredia a prácticamente la Plaza Séneca, pues toda la fachada exterior semicircular del teatro se integra en el entorno mediante distintas plazas comunicadas a través de escalinatas. El gran edificio aprovecha el desnivel existente desde Los Altos de Santa Ana y el Colegio Santa Victoria hacia la Plaza Jerónimo Páez, aunque la mayor parte se levanta a base de potentes estructuras de opus quadratum, elevándose más que el propio desnivel natural y ofreciendo en altura los distintos órdenes canónicos: dórico, jónico y corintio en orden ascendente.
El intenso proceso de reutilización de sus materiales acaecido tras su abandono –finales del siglo III d.C. a raíz de un fuerte terremoto- no nos ha privado de poder disfrutar la visita de parte de sus restos, integrados en el Museo Arqueológico Provincial, si bien podemos también apreciar la profunda huella que tan majestuoso edificio deja en el parcelario urbano actual, generando buena parte del trazado viario circundante. De esta forma, la propia Plaza Jerónimo Páez es resultado de la fosilización de la orchestra –espacio central semicircular del edificio- que se encuentra a unos siete metros bajo la rasante actual. Del mismo modo, las calles Antonio del Castillo y Marqués del Villar, que discurren en paralelo, son fosilización de la estructura escénica que cerraba el edificio romano orientado al sureste.
Su espectacular graderío o cavea daba acogida a unos quince mil espectadores, donde no faltaría lo más florido de la alta sociedad del momento, ricas y conocidas familias que tenían asientos propios en la zona privilegiada de la grada y que también participaban en la organización de estos ludi scaenici o representaciones teatrales. Sin embargo, otras zonas del graderío se dedican a acoger al resto del pueblo llano, al parecer muy aficionado también a este tipo de espectáculos.
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