Son muchos los cordobeses que acuden a esta reserva arqueológica a diario para pasear o hacer deporte, tal vez sin saber que bajo sus pies se encuentran los restos de la Córdoba originaria. A pesar de que las intervenciones arqueológicas han sido hasta ahora escasas, sí han sido lo suficientemente esclarecedoras como para constatar aquí los comienzos del urbanismo en la ciudad. Pero la ocupación de este enclave es muy anterior a la aparición de ese incipiente urbanismo.
Efectivamente, se ha detectado la presencia humana desde, al menos, el tercer milenio a.C. Aquellos primeros cordobeses, pequeños grupos pertenecientes a la cultura prehistórica del Calcolítico o Edad del Cobre se asentaron en un paraje estratégico, una terraza situada sobre el río, controlando su tránsito y probablemente, algún vado que permitiría cruzarlo hacia la fértil campiña. A su vez, es centro neurálgico del comercio de mineral de cobre que hasta aquí llega desde las cercanas y ricas vetas de Sierra Morena. Muy probablemente éste fuera uno de los centros principales en el Valle Medio del Guadalquivir de transformación y aprovechamiento de ese mineral para su posterior redistribución.
Ya en el Periodo Orientalizante, a partir del siglo VIII a.C., la civilización fenicia establece colonias permanentes en el Bajo Guadalquivir y en la costa. Atraídos por la abundancia de minerales, estos magníficos navegantes y mejores comerciantes importan destacables avances tecnológicos que transformarán en gran medida la cultura indígena del Bronce Final, deudora aún de formas y modos calcolíticos, en la Cultura Tartésica.
De esta forma, la civilización fenicia, proveniente del otro lado del Mediterráneo, trae consigo la escritura, el torno de alfarero, sensibles mejoras en la metalurgia, así como importantes innovaciones en las técnicas constructivas que originarán pronto un primer urbanismo. Tal y como se ha podido atestiguar en el registro arqueológico se produce entonces una transformación en los modos edilicios que poco a poco irá conformando un asentamiento propiamente urbano. Ahora, bajo el influjo oriental, se construyen casas de planta cuadrangular, con muros hechos a cordel y alzado de tapial sobre un zócalo de cantos trabados con arcilla. Esta arquitectura de líneas rectas se inscribe probablemente en una ordenación urbana ortogonal, o sea, de calles más o menos rectas que se cruzan adaptándose al terreno y abarcando un área de más de 50 hectáreas.
Es asimismo verosímil que la ciudad se dotara de una sólida muralla ataluzada, como es común en los asentamientos del Periodo Orientalizante. Del mismo modo, contaría con una necrópolis en sus alrededores y extramuros de la que, desgraciadamente, nada sabemos hasta ahora pues aportaría una información muy valiosa acerca de la vida y creencias de aquellos cordobeses. En este contexto asistimos a un momento de desarrollo económico y cultural desconocido hasta entonces en el que, gracias a su posición estratégica para el dominio del territorio circundante y control de sus rutas comerciales, la ciudad se consolida como el principal núcleo de población de la Vega Media del Guadalquivir.
Ese fecundo legado será heredado más tarde por la cultura turdetana, los íberos que mantendrán aquí su ocupación hasta finales del S. II o principios del S. I a.C., casi un siglo después de que las legiones romanas se asienten en el actual centro de Córdoba y se produzca la Fundación de Claudio Marcelo.
Si me gustaria aclarar que los Fenicios no iniciaron la escritura en Iberia (Alvao IV milenio a.c.)