En mi barrio, hoy, es fiesta local.
Y si no, que se lo pregunten a la Huerta de la Reina, donde una Estrella radiante iluminará, -seguramente más que el sol-, la calle Goya y sus aledaños. O acérquense, a primera hora de la tarde, por la Plaza de Santa Teresa del Campo de la Verdad y díganme si ese Dulce Nombre bajo palio, -o sin él-, no es un motivo suficiente para estar de fiesta.
Hagan lo posible por pasar, entrada la tarde, por la Plaza de San Nicolás y comprobarán la Gracia y el Amparo de una madre desconsolada por la injusta Sentencia de su Hijo. En esa villa también están de gala sus calles y sus gentes.
Y poco antes del crepúsculo de este día santo, aproxímense a la Plaza de la Trinidad para contemplar la solemne seriedad y sobriedad de la Salud de la Axerquía.
Y ya que de singularidad, tradición y rigor hablamos, no dejen de visitar la Plaza de San Lorenzo en la enlutada noche de esta iglesia fernandina. Se puede estar de fiesta, a pesar de sus Tristezas. Es más, ni siquiera las Ánimas pueden, ni quieren, remediar que la Córdoba de ahora y siempre se concentren en torno a las sobrecogedoras tinieblas procedentes del templo del santo mártir.
Y ya que andamos por estos parajes, si quieren quedar seducidos por la gracia, -con minúscula y con mayúscula-, tengan la Merced de adentrarse por la puerta del Colodro al mismo cielo conventual y sacramental de Mayor de Santa Marina. Hasta el mismo y auténtico Dios se suma a la fiesta penitencial del Zumbacón. Y si todavía les queda alguna duda, pásense por otra puerta, la de la Cruz Blanca, otro cielo, al paso de la cofradía mercedaria. O acompañen a cualquiera de los pasos por Virgen de Linares y sentirán la felicidad de ser coprotagonistas de uno de los muchos momentos de fiesta local en los intramuros y extramuros de nuestra ciudad nazarena en la tarde y noche de este Lunes Santo.
Autor: José Fernández
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