
Fruto del inmenso poder del Califato de Córdoba fue la construcción no sólo de un nuevo centro de poder de la Dinastía Omeya en Madinat al-Zahra sino también, décadas más tarde, de la esplendorosa Madinat al Zahira por el hayib -primer ministro- Almansur al Este de Qurtuba. Estas ciudades palatinas representaron una verdadera materialización en piedra, a través de la arquitectura califal, de las tradiciones instauradas y desarrolladas en la corte de los viejos califas de Oriente como escenificación de su poder hegemónico y superioridad frente a sus rivales, alcanzando aquí cotas de esplendor que vemos reflejado en las fuentes escritas y en el registro arqueológico.
Según se estima, estos ambiciosos proyectos de construcción consumían alrededor de un tercio de los recursos económicos de un Califato que no parecía reparar en gastos. El despliegue además de un complejo y rico ceremonial protocolario engrandecía siempre la figura de quien ostentara el poder, califa o hayib, llegando a asombrar al mundo con su magnificencia, sofisticación y lujo propio de verdaderos emperadores. Todo un aparato de propaganda política al servicio de la principal intención, la plasmación de la imagen de poder. Un inmenso poder que como sabemos será efímero pues ambas ciudades correrán la misma suerte, saqueadas y destruidas al comienzo de la fitna -guerra civil- que terminó en 1031 desintegrando el Califato en los múltiples Reinos Taifa.
En lo que respecta al conocimiento que tenemos de la ciudad de Almanzor el Victorioso siempre primaron los escritos de los cronistas, como Ibn Hayyan, Ibn Idari o Ibn Baskuwal entre otros, a falta de una identificación definitiva del solar donde se construyó la magnífica al-Zahira, ensalzada por poetas e historiadores. Fue reducida a escombros en febrero de 1009 por una muchedumbre procedente de Córdoba dirigida por el autoproclamado califa omeya Muhammad al-Mahdí, biznieto de Abderramán III quien deseaba acabar con la figura flácida y despreocupada -meramente simbólica- de Hixem II y la tiranía de los hijos del Victorioso y su incipiente Dinastía Amirí, especialmente Abderramán Sanchuelo quien pretendía incluso el Califato para sí.

Lo que nos queda, de momento, es olvido e indefinición. De los magníficos palacios construidos con los más lujosos materiales, jardines y demás maravillas descritas por los textos sólo tenemos conjeturas, pero también algunas evidencias. Ante la tradicional hipótesis recogida en la historiografía que estudia Madinat al-Zahira, que siempre la situó en el entorno del Arenal, surgió hace sólo unas décadas la posibilidad -ahora más aceptada- de que su emplazamiento pudiera estar localizado en una terraza fluvial de Las Quemadas, dominando un amplio meandro del Río Grande al Este de Córdoba, hacia donde se extendieron entonces los inmensos arrabales.

Allí, en los actuales terrenos de Aprosub, perviven los restos de una tremenda fortificación propia de un alcázar, de grandes sillares de calcarenita y aparejo tardocalifal con torreones cada trecho. Es entre dos de ellos, en un cañaveral crecido al amparo de la otrora fortaleza, donde el recientemente desaparecido arabista A. Arjona refiere un episodio ocurrido en 1974. Nos cuenta, presentes varios testigos, cómo una gran portada califal, con dovelas azul brillante, fue tapada por una cortina de hormigón ante el temor de que parasen las obras vecinas al Centro de Adaptación de Incapacitados.
Tras el análisis de las fuentes escritas, la topología del terreno y de los abundantes restos hallados en superficie, este yacimiento ha venido a convertirse en el principal candidato a albergar los restos de al-Zahira, pero parece no haber de momento verdadero interés en su investigación y documentación, amén de los problemas derivados de su ubicación en terreno privado. Sea o no este emplazamiento el lugar definitivo, bien merece la atención de administraciones e investigadores ante las altas probabilidades que muestran las evidencias. El futuro de Córdoba no puede permitirse el tremendo lujo de renunciar al conocimiento y recuperación de una de sus ciudades resplandecientes.
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