Todos sabemos el aciago destino que tuvo la otrora joya de la corona del Califato Omeya de Córdoba; cómo tuvo una vida activa de menos de 80 años y cómo fue destruida y su memoria fue cayendo en el olvido del tiempo. Tal era el nivel de destrucción que, cuando Fernando III conquistó Córdoba en 1236, no había recuerdo del pasado glorioso de la ciudad de Abd al Rahman III. Durante casi 1.000 años, y sin saber durante largo tiempo la importancia de las “piedras viejas” que aparecían a menos de 10 kilómetros de la capital, los restos de Medina Azahara fueron reutilizados sistemáticamente en construcciones públicas y privadas cordobesas.
El desmonte de sillares para su reutilización debió ser algo común y sistemático desde principios del siglo XI. El hecho de ser tierras de realengo (propiedad de la Corona) tras la conquista nos lleva a pensar que muchas de las obras de la cristianización de la ciudad, se realizó con piedra de este lugar. Sin embargo, las dos obras más conocidas pertenecen al XV y al XVI. Hacia 1408, Inés Pontevedra recibió permiso oficial para extraer la piedra necesaria de la “cantera” llamada “Córdoba la Vieja” para construir el monasterio de San Jerónimo de Valparaiso. La otra gran construcción moderna fue el proyecto de las Caballerizas Reales de Córdoba (entre 1568 y 1573), hecha bajo los auspicios de Felipe II.
Sin lugar a dudas, uno de los elementos más codiciados provenientes de Medina Azahara fueron los capiteles de avispero. Estos capiteles compuestos, labrados gracias a la labor de un trépano tenían su fábrica oficial en los talleres de Medina Azahara. Tras su ocaso, cientos de estas pequeñas obras de arte se desperdigaron por el mundo. Los almohades los utilizaron como parte de su programa iconográfico y reivindicativo en sus mezquitas y palacios del Norte de África y de su capital andalusí, Sevilla. Después de 1236 se reutilizan en un buen número de edificios de la ciudad (incluyendo en la propia Catedral). Más tarde, los encontramos “adornando” las esquinas de algunas calles de la Judería.
La labor de rapiña tras los diferentes conflictos bélicos es una de las razones más evidentes por la que encontramos piezas procedentes de Medina Azahara en muchos rincones de la geografía española. Un clarísimo ejemplo es la “arqueta de Hixam II”, cuyo original se custodia en la Catedral de Gerona (en la exposición permanente del centro de interpretación de Medina Azahara se puede ver una réplica). ¿Cómo llegó esta pieza a tierras catalanas? Todo parece indicar que fue tomada como botín de guerra por parte de los mercenarios catalanes que apoyaron, a mediados de 1010, la subida al trono del cuarto califa de al Andalus Muhammad II.
Por una razón o por otra, podemos decir que tenemos un “pedacito” de la gran Medina Azahara dispersa por cercanos y lejanos territorios.
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Historiadora, Arqueóloga e Intérprete de Patrimonio
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