Después de siete meses de trabajo, ocho kilómetros y medio de cable y unos ochocientos puntos de luz, el pasado 29 de septiembre se inauguró la iluminación nocturna de la ciudad califal de Medina Azahara y, para sorpresa de todos, las visitas nocturnas se adelantaron a los meses de noviembre y diciembre. ArtenCórdoba fue la empresa elegida para llevar a cabo estas visitas y dicho privilegio no podía pasar desapercibido en nuestro blog.
Antes de continuar, debemos dejar algo claro: Medina Azahara es fascinante independientemente de la hora del día. Fascinante porque durante siglos nos ha sido ajena, cayendo en el olvido a los pies de la sierra. Fascinante porque, a pesar de que desapareció piedra a piedra, su esplendor y magnificencia la convirtieron en leyenda y sobrevivió en ella. Fascinante porque concentró toda su excelencia en sólo ochenta años. Fascinante porque al cabo de diez años de empezarse su construcción ya había habitantes en ella y, sin embargo, al cabo de algo más de un siglo de excavaciones, aún nos queda casi todo por descubrir. Fascinante por el admirable trabajo que arqueólogos e investigadores llevan realizando décadas para que su complejidad y fastuosidad se muestre ante nosotros, pobres profanos. Fascinante porque no por quedar arrasada deja de ser una referencia de planificación urbanística, lujo, refinamiento, arte, estrategia y poder que definen la cultura andalusí del siglo X. Y fascinante sobre todo porque, aunque nunca se consiga recuperar por completo, seguirá impactando a sus visitantes del futuro tanto o más de lo que impactó a sus visitantes en el pasado.
Sin embargo, no siempre somos conscientes de la excepcionalidad de lo que nos rodea.
A pesar de que las visitas nocturnas empezaron el 10 de noviembre, no fue hasta un mes después cuando caí en la cuenta del privilegio del que disfrutaba guiando esa ruta nocturna. La mañana del viernes 8 de diciembre, en pleno torbellino del puente de la Inmaculada, me encargué de enseñar Medina Azahara a un grupo de 47 personas. No habría sido relevante salvo porque aquel día a otras 2300 personas más también se les ocurrió visitarla. Me limitaré a describir aquella mañana: una hora y media de espera para la lanzadera; una hora aprisa y corriendo enseñando el yacimiento; algo más de media hora para bajar de nuevo y tomar el autobús que nos devolvía a Córdoba; e incluso casi un cuarto de hora más para recorrer los 600 metros que separan el aparcamiento hasta la nacional. Para intentar compensar la situación, en ningún momento dejé de hablar y de narrarle a mi grupo la historia de muros, piedras, recovecos, jardines, personajes, leyendas, crónicas y, por supuesto, otras esperas históricas que se vivieron en Medina Azahara mil años antes. A pesar de que todos fueron comprensivos y encajaron la situación con una sonrisa, no puedo ni quiero negar que aquella mañana fue agotadora y sumamente frustrante por no haber podido mostrar la ciudad como se merece. Pero por si no hubiera sido suficiente, esa misma tarde también guiaría la visita nocturna. Probablemente la reacción más lógica podría haber sido echarme a llorar y suplicar para no volver. Sin embargo, y contra todo pronóstico, me hacía ilusión.
Cuando llegamos al yacimiento sobre las siete de la tarde no pude evitar compartir con mi reducido grupo de veinticinco el hecho de que éramos unos privilegiados por estar allí aquella tarde. No era por el hecho de estar allí en sí, sino por la oportunidad que nos brindaba la visita nocturna de cedernos exclusivamente Medina Azahara para nosotros. Hasta ese momento no había paladeado realmente el atardecer a lo lejos por la carretera de Palma del Río, las luces del yacimiento flotando en la oscuridad de la sierra, la noche rotunda y ese aire fresco que te hace conectar con la inmensidad de la ciudad milenaria y que exige como mínimo un instante de tu tiempo para que lo disfrutes plenamente. Dejemos por un momento las fotos aparte y vivamos la oportunidad de pasear por esas calles iluminadas por primera vez, como si anduviéramos realmente por un casco urbano más. Calles hoy abandonadas y desnudas, laberínticas y retorcidas que nos desorientan reduciéndonos a minúsculos y curiosos viandantes. Y patios, pasillos, habitaciones, salones cuya riqueza aumenta cuando cerramos los ojos, plazas de armas, baños marmóreos, suntuosos jardines y fachadas majestuosamente decoradas que se despliegan ante nosotros escondiendo en sus sombras historias jamás contadas. Pero sin duda, a esas horas, son el frío silencio que la habita y la densa oscuridad que la rodea los que, por contraste, hacen que más que nunca su legendario y milenario nombre cobre sentido por fin. ¡Bienvenidos a la Ciudad Brillante!
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Guía de turismo y licenciada en Traducción e Interpretación
Precioso. Restauracion completa ya por favor.
Muy bonito, preciosoooó. TODO lo de Cordoba es asi
¡Me gusta este rincón!
Cordoba necesita más iniciativas como esta. felicidades.