A principios del siglo XVI, en la esquina de las actuales calles Rey Heredia y Encarnación, se comenzó a levantar el convento de la Encarnación, una de las muchas joyas conventuales de nuestra ciudad. Cuenta Ramírez de Arellano que durante la construcción, y con la intención de reforzar la esquina, se utilizó una pieza con forma de columna que se había encontrado en la cercana casa de don Fernando de Cárdenas. La pieza en cuestión es la que nos trae hoy aquí.
La pieza, perfectamente visible e identificable a día de hoy, es un pedestal de estatua de forma cilíndrica, labrado en piedra de mina en cuyo interior se encuentra una cartela con una inscripción y fechable durante la primera mitad del siglo I d.C.:
T(ito) Mercelloni Persino / Mario aedil(i) IIvir(o) / coloni et incolae
Antes de hacer referencia al personaje en cuestión, es importante entender el contexto en el que se ubicaría el pedestal. Todo parece indicar que esta pieza formaría parte de la decoración escultórica de las plazas aledañas al teatro cordobés durante el periodo romano. Gracias a diversas investigaciones llevadas a cabo por expertos de la Universidad de Córdoba, sabemos que el teatro -y sus alrededores- no sólo era un espacio de ocio sino que suponía el entorno adecuado para la propaganda política, religiosa, social y económica de las élites del momento. Se conformaban así complejos programas escultóricos y decorativos que permitían entender quiénes eran los “mandamases” de la ciudad.
Tito Mercelloni Persino Mario, el protagonista de nuestro blog de hoy, fue un miembro destacado de la oligarquía cordobesa y bética a principios de nuestra era. Seguramente fue hijo adoptivo de L. Mercello, quien participó activamente en la vida política y militar durante las guerras civiles. Por otro lado, estaba emparentado con los Persii, bien conocidos en la zona minera de Montoro y dedicados, igualmente, con la banca. Quizás, de mayor interés es su vinculación con la todopoderosa familia Marii, dueños absolutos de las minas de cobre y oro de Sierra Morena.
Con tan notable “pedigrí” no resulta extraño que Tito Mercelloni Persino Mario desarrollase carrera política en la capital de la Bética. En la inscripción dice que fue aedil y IIvir. Como edil -una de las magistraturas del cursus honorum– era uno de los encargados de la administración de la Córdoba romana: cuidar el orden público, organizar juegos y festividades, mantener el orden… El duunvirato era el principal cargo político de las ciudades. Era un órgano colegiado formado por dos hombres que ejercían su poder durante un año. Sus funciones eran variadas, destacando la confección del censo electoral, la presidencia de asambleas legislativas, justicia o finanzas. Gracias a otra inscripción, encontrada en Palma del Río, sabemos que fue procurator augusti, elegido por el emperador para llevar la gestión financiera y militar de la Provincia.
La escultura que remataba el pedestal fue levantada -y costeada- por los coloni et incolae; es decir, por los colonos (nacidos en la ciudad) y forasteros que vivían -y hacían fortuna- en Córdoba. Seguramente, ambos colectivos mandaron hacer la estatua para granjearse la amistad del político o para agradecer algún que otro favor.
Como pueden comprobar, una pieza olvidada por todos, en la esquina de una calle por donde pasan cientos de personas al cabo del día, nos trae el recuerdo de otro de esos “personajes olvidados de Córdoba”.
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Historiadora, Arqueóloga e Intérprete de Patrimonio
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