Mis líneas de hoy están dedicadas al creador de uno de los restaurantes más respetados y aplaudidos de la ciudad. Nos referimos al restaurante “Casa Pepe de la Judería”. En la efeméride de hoy voy a hablar de José Jiménez Aroca, concretamente de la fecha de su fallecimiento, tal día como hoy, pero del año mil novecientos ochenta y cinco (1985).
Este importante personaje nació también en Córdoba en el año de mil novecientos cuatro (1904). Desde que era un niño su padre le metió el gusanillo de la hostelería. Su padre trabajaba como cocinero en el hotel “Cuatro Naciones”. De hecho, José, cuando tuvo edad para trabajar, empezó como pinche en este mismo hotel. Aunque empezó aquí, su padre conseguirá que entre a trabajar en la casa de la marquesa del Mérito, donde aprendió el oficio de la mano de los cocineros que ya formaban parte de la plantilla. El siguiente salto lo dio al hotel España y Francia, situado en la avenida del Gran Capitán, conocido por su ambiente taurino.
A continuación, pasa a formar parte del equipo de trabajadores del hotel Simón como jefe de cocina. A este le sigue el restaurante “Miguel Gómez” situado en la calle Conde de Gondomar, esquina a la plaza de las Tendillas. Pero la persona que hará que su vida de un vuelco será Manuel Criado. El era el dueño de la taberna “El triunfo”. José llega a un trato con él, se la compra por siete mil quinientas pesetas en el año mil novecientos veintiocho. En ese momento y después de todos eso vaivenes, contaba Pepe con veinticinco años de edad. Con el paso de los años esta taberna “El triunfo” acabaría cambiando su nombre por el que ahora la conocemos todos, “Casa Pepe de la Judería”. La regentó hasta el día de su muerte, que como comentábamos antes, tuvo lugar el uno de agosto del año mil novecientos ochenta y cinco.
Todo el mundo hablaba de Pepe como una persona para nada ambiciosa. Aun conocedor de que su cocina lo habría aupado hasta el más alto nivel, decidió quedarse en su ciudad, con una vida tranquila, sirviendo en su taberna a clientes y amigos (como por ejemplo el Duque de la Mezquita) a quienes trataba de forma exquisita. De entre todos los platos que se servían, destacaba la merluza rellena, el pescado frito, la tortilla a la paisana, su rabo de toro (que se hizo famoso tanto dentro como fuera de Córdoba) entre otros. Todas poderosas razones para que cualquier foráneo hiciera un alto en su taberna.
Entre los nombres más ilustres que pasaron por allí tenemos que citar a Ángelo Roncalli, mas conocido como el Papa Juan XXIII. De hecho, Pepe siempre decía que su taberna era un centro de peregrinación y que, si hubiera cobrado a perra gorda la visita, habría acabado juntando un capital. Los cordobeses siempre le profesaron cariño y admiración. Se le definía en ocasiones como silencioso, hogareño y con mucha humanidad. Representaba el carácter de la vieja Córdoba, lo que la distinguía de otros lugares de Andalucía. Su honestidad llegaba hasta tal punto que muchos contaban como había días que en el restaurante no se servía pescado porque a Pepe no le había gustado lo que había visto en la plaza.
Los homenajes y reconocimientos no le gustaban en absoluto. Siempre decía que “Para mí el mejor reconocimiento es un par de besos agradecidos de las turistas después de probar la comida”. Pero, aunque no le gustaran, acabó claudicando y recibiendo varias distinciones tales como la “Placa de bronce al Merito Turístico” que le entregó personalmente Don Ramón Serrano Suñer en el año mil novecientos setenta. También recibió la “Sartén de oro” durante las primeras jornadas gastronómicas, llevadas a cabo en la ciudad en el año mil novecientos setenta y ocho. Por último, citar también que los empresarios de hostelería de Córdoba (Hostecor), le obsequiaron con una placa de agradecimiento por su trabajo en la hostelería cordobesa en el año mil novecientos ochenta y cuatro.
[magicactionbox id=”11191036″]
0 comentarios