Como ya saben nuestros lectores más fieles, y lo pueden deducir fácilmente aquellos que ronden la página web por primera vez, las entradas de este blog hablan sobre Córdoba y la provincia haciendo referencia a su historia, edificaciones, personajes, gastronomía, costumbres, artesanía, encantos… Por eso hoy, en vez de mirar a la ciudad, vamos a modificar el punto de vista y nos giraremos para mirar a sus visitantes.
Como si de un artista se tratara, nuestro rico patrimonio no sería nada sin su público, sin nadie que lo apreciara, lo disfrutara y luego hablara de él. Gracias a todos ellos la fama de nuestra ciudad es la que es, y si además tenemos en cuenta que el turismo es nuestro motor, cómo no dedicarle unas líneas a quienes vienen a descubrirnos o vuelven a disfrutarnos cuando tienen oportunidad.
Turismo. Aunque hay varias tipologías turísticas, es inevitable que al mencionar esa palabra una de las ideas que nos vengan a la mente sea un viajero con cámara en mano, mapa en el bolsillo (o GPS en el móvil en estos días) y a pesar de ello con pinta de perdido pero fascinado ante las calles y rincones que va descubriendo. Si echamos la vista atrás, seguramente lo más parecido a un turista que pasó por aquí por primera vez, serían los célebres viajeros románticos que atraídos por el lejano orientalismo andaluz que desprendían nuestras ciudades, se veían de repente en exóticos lugares sin haber abandonado los límites de Europa. Y de la misma manera que hoy no se concibe hacer turismo sin hacer fotos, muchos de ellos plasmaron los paisajes y espacios que admiraron por medio de dibujos, grabados o litografías que servirán para ilustrar esta entrada hoy.
Sin embargo, habitualmente nuestros visitantes son anónimos y tienen sus propias historias. Como he comentado al principio, con las entradas de este blog ponemos el foco en lo nuestro, como hicieron aquellos viajeros románticos inmortalizándonos, pero debemos reconocer que, en realidad, para todos aquellos que nos visitan somos un telón de fondo ante el que transcurren sus vidas por unos días. Me resulta muy bonito que una familia francesa de veintiocho miembros repartidos por la geografía gala y suiza, escogiera la provincia de Córdoba para llevar a cabo el viaje que hacen cada tres años para reunir a toda la familia. Por descontado que los nietos adolescentes que me sacaban dos cabezas ignoraron todo lo que les pude contar, pero fue precioso ver cómo esos padres y esa pareja de abuelos disfrutaban de ver a toda su familia reunida. Seguramente no hayamos cambiado sus vidas, pero estuvimos ahí.
Otros visitantes sí que lo sienten de manera más profunda. Cada uno a su manera, eso sí. Una señora que estando en la Mezquita te pregunta por San Nicolás de Bari y la llevas aprisa y corriendo hasta dicha capilla mientras el resto del grupo va saliendo del templo y ves que se queda parada ante la capilla y de repente parece que se ha detenido el tiempo a su alrededor mientras le dedica unas oraciones al patrono de su pueblo. Una pareja joven y sus tres hijos, musulmanes que viven en Estados Unidos y cuyo origen no recuerdo. Él, cámara en mano, no paraba de hacer fotos fascinado. Aquella tarde la Mezquita estaba muy tranquila y daba gusto enseñarla. Entrando a la ampliación de Alhakén II, él se quedó más atrás retratando el lucernario y su mujer me dijo: “desde que tenía nueve años ha soñado con venir a conocer la Mezquita de Córdoba”. Sólo puedes emocionarte cuando ves que ante ti alguien está cumpliendo un sueño. Como cuando una mujer que lleva treinta y ocho años sin pisar Córdoba porque emigró en busca de trabajo, vuelve a su tierra y al entrar a la Mezquita, siempre impactante, se echa a llorar sin remedio.
No mentiré y he de reconocer que no siempre se viven momentos tan especiales. De hecho tenemos visitantes que son más célebres que nuestra propia ciudad y somos un pueblecillo comparado con su propio universo. Aún recordamos que el año pasado se paseó con gorra y gafas de sol por nuestras calles Zidane, y yo, que soy una despistada, sólo recuerdo que cuando me dijeron qué compañera del gremio le había hecho la visita, pensé: “ah, pues a ella la vi pero no me fijé en sus clientes”. Y del mismo modo también recuerdo hablar con mis compañeros sobre la visita que hizo Harrison Ford con Calista Flockhart hace un tiempo y mencionar que me daba mucha rabia haber visto una foto en la que se les veía dentro del mihrab, privilegio que no tiene cualquiera, a lo que me respondieron: “claro, es que es Indiana Jones”. Cómo no se me había ocurrido pensar que el profesor Jones tendría acceso privilegiado.
La inmensa mayoría de las veces tratas con los visitantes, les ofreces tu mejor sonrisa e intentas que se lleven un buen recuerdo porque sabes que la información que das acabará cayendo en el olvido sin que ello sea ninguna ofensa. Pero hace unas semanas me llegó el eco de una de esas visitas en forma de blog, que es la forma en la que Isabel Duque hizo su particular litografía para que la imagen que se llevaba de Córdoba no acabara difuminada. Me resultó realmente emotivo leer las palabras que nos dedicó y ver mi ciudad, su gente y su vida a través de los ojos de una canaria jubilada que cuando viaja se convierte en una observadora minuciosa y disfrutona que no desaprovechará ni la más mínima migaja de trayecto. Gracias de corazón de nuevo, Isabel, por tus palabras. Y ustedes, lectores nuestros, fieles o accidentales, asómense a esta ventanita y disfruten del poso que hemos dejado en esta bloguera jubilada: https://jubiladajane.blogspot.com/2018/10/un-brindis-por-maimonides/ .
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Guía de turismo y licenciada en Traducción e Interpretación
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