Los Baños Árabes de Santa María

Lo cierto es que de este baño público árabe, de época califal, a penas conocemos datos de su historia bajo dominio musulmán. Tenemos que remontarnos a comienzos del siglo XIII, tras la conquista de la ciudad por Fernando III el Santo, para obtener las primeras noticias suyas. El baño formó parte, entonces, de un lote que el monarca cristiano impuso a la familia de los Córdoba, concretamente, a Don Domingo Muñoz el Adalid.

La denominación de Baños de Santa María viene dado, a buen seguro, por la proximidad de los mismos a la Catedral, a cuya Mezquita sirvió, y además, imaginamos, por pertenecer a la Collación de Santa María. Por otro lado, sabemos que no se trató de un fenómeno aislado en nuestra ciudad, puesto que conocemos otros ejemplos, como los Baños de Santa Catalina, que aún siendo baños de origen árabe, adoptaron una denominación cristiana, debida, en este caso, a su proximidad con el convento del mismo nombre.

Desgraciadamente, han sido numerosos los baños árabes, de los que en muchos casos tenemos constancia documental e incluso arqueológica, y que no hemos podido ni podremos nunca recuperar. Sin embargo, el caso de los Baños de Santa María es distinto, ya que gracias al espíritu conservador de los distintos propietarios (desde la mencionada casa de los Córdoba, el propio Cabildo Catedralicio, o desde mediados del siglo XX los Condes de Cañete de las Torres, y actualmente Don Enrique Cañas Velasco), ha podido llegar hasta nosotros esta joya del arte califal, testigo de la que, probablemente, fue la época de mayor esplendor de nuestra ciudad.

Antiguamente, la fachada del baño daba a las Calles de Céspedes y Velázquez Bosco, ésta última, por la que accedemos en la actualidad, era conocida antiguamente como Calle del Baño, en clara referencia al edificio que nos ocupa. Antes de realizar el breve análisis de las dependencias, conviene decir que a lo largo de su dilatada vida ha sufrido numerosas restauraciones y transformaciones, hasta llegar a formar parte de una vivienda en la actualidad, de hecho el baño es privado, aunque el propietario lo abra al turismo.

Penetramos en su interior de los Baños Árabes de Santa María encontrándonos en una sala cuadrangular de no muy grandes proporciones, era la Sala de Agua Templada (hayt al-wastâni). Entendemos que se trataba de una estancia abovedada con lucernas, en cuyo centro se hallaría un pequeño estanque para el baño, que tras la remodelación acaecida en el siglo XVIII, fue tapiado y las cubiertas destruidas para transformarlo en lo que es, un patio de luz. Lo lógico sería pensar que a las ocho columnas que sostienen los muros, habría que sumarle las que faltan en los dos lados menores, y que conforman dos arcos de herradura con una cuerda extremadamente alargada. Las columnas son de fuste liso, y los capiteles de avispero, de época califal, sobre estos se alzan los citados arcos de herradura, hoy estucados y policromados a imitación de las dovelas.

Al fondo del patio se abre una pequeña puerta que nos lleva a una alargada estancia de más de 10 metros de longitud. Cubierta por una bóveda de cañón de sillería y perforada por lucernas rectangulares dispuestas a tresbolillo, se trata de la Sala de Agua Caliente (bayt al-sajun). Al frente se hallan tres accesos, tapiados los dos de los extremos, mientras que el central nos da paso a una galería abovedada, de unos seis metros de profundidad y casi dos metros de altura, que nos lleva a un aljibe.

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Texto: J.A.S.C.