La planta de la Iglesia de San Francisco consta de una sola nave y un gran crucero, con capillas laterales ubicadas en el lado de la epístola, entre contrafuertes, y altares en el lado del evangelio. La cabecera está compuesta por tres ábsides poligonales con contrafuertes que se manifiestan al exterior; en la actualidad, sólo el ábside central y el del lado del evangelio conservan su estado original. Como soporte fue utilizado el pilar acodillado, que sustentaba los arcos de ingreso de las capillas absidiales y los torales, además de las columnas en los ángulos en los del polígono de los ábsides.
Un dato interesante es la falta de uniformidad entre soportes y los distintos elementos de las bóvedas, lo que nos da a entender que hubo dos fases constructivas: una primera desde el suelo hasta el arranque de las bóvedas, y una segunda fase en la que se realizaría la cubrición del recinto. Las bóvedas eran todas de crucería, con cuatros plementos, excepto en el ábside, que era de seis, cuyos nervios estaban constituidos por un baquetón, que puede ser redondeado, caso de las capillas, o apuntado, como en el crucero.
Las primeras transformaciones sufridas por la iglesia medieval datan del siglo XVII, con las reformas de varias capillas, caso de la de Nuestro Padre Jesús de la Oración en el Huerto. A finales de siglo se realiza el claustro del convento, del que se conservan restos, desapareciendo parte del mismo en 1836 tras la Desamortización.
Será en el siglo XVIII cuando la Iglesia de San Francisco sufra las mayores reformas, consistentes en la trasformación del conjunto medieval en templo barroco. Se realiza una nueva portada. En el interior, el arquitecto Francisco López cambia la configuración de cabecera y nave central, además de la Capilla de Nuestra Señora del Pilar.
En la actualidad, la Iglesia de San Francisco poco tiene que ver con lo que originariamente fue, la nave central ahora está cubierta por una gran bóveda de cañón con lunetos, el acceso a las capillas se realiza por medio de arcos de medio punto sobre grandes pilares. A los pies de la nave se alza el coro, que se alarga por los lados avanzando a modo de tribuna por los laterales. Los blancos muros de la iglesia contrastan con la decoración gris azulada y los dorados que se dispersan en la totalidad del templo.
El crucero está presidido por una excepcional cúpula ovalada sustentada sobre pechinas decoradas con imágenes de personajes ilustres de la orden franciscana. Todo se encuentra profusamente decorado, muy al gusto de la época, donde las yeserías se encargan de dotar de efectismo y movimiento al conjunto. Los brazos del crucero se extienden a ambos lados del mismo, desde donde arrancan los ábsides laterales.
Del exterior destacar las dos crujías que aún quedan en pié del claustro del antiguo convento. Se trata de un claustro de dos plantas, ambas se manifiestan al exterior por medio de arcos de medio punto sobre estrechas columnas de fuste liso y capitel toscano, que descansan sobre pedestales. La disposición de los arcos es de dos a uno, es decir, por cada arco de la planta baja, se disponen dos en la segunda. En lo demás, destaca por su gran austeridad, en contraste con el interior de la iglesia.
Recuerda los tiempos del monasterio la calle que nos lleva a la iglesia, es la Calle Compás de San Francisco. A este espacio se accedía por medio de la Puerta del Compás, que lo une con la Calle de la Feria. La puerta del compás fue realizada a fines del siglo XVIII, y se compone por un arco de medio punto flanqueado por dos pares de pilastras de capitel jónico sobre pedestal. Sobre el vano puede apreciarse una hornacina que en su momento albergó una imagen de “San Francisco“, hoy desaparecida. La estampa de la Iglesia de San Francisco desde esta puerta es excepcional.
La fachada es muy sencilla, está rematada por un gran frontón triangular coronado por bolas de corte herreriano. La portada, de piedra, se divide en tres calles y tres cuerpos. El primero se encuentra presidido por el vano de acceso de medio punto, con pilastras sobre pedestales y decoración geométrica. El segundo cuerpo, sobre entablamento corrido, destaca por albergar en una hornacina avenerada una imagen de mármol blanco que representa a “San Fernando“, que aparece coronado y portando una espada. La portada es rematada, en su tercer cuerpo, por un vano adintelado, flanqueado por columnillas que sustentan un frontón circular partido. Destacar, para terminar, los distintos planos en los que se encuentran los diversos elementos que componen la fachada, confiriendo al conjunto de una gran plasticidad y dinamismo.
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Texto: J.A.S.C.
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