Allá por el año 1521 el Obispo Alonso Manrique dio a conocer al cabildo su intención de crear un nuevo espacio que sustituyera al que por entonces cumplía las funciones de Capilla Mayor. Dos años más tarde dieron comienzo las obras del crucero, comandadas por Hernán Ruiz I el Viejo, Maestro Mayor de la Catedral, y quien diseñó el nuevo edificio, trabajando en él hasta su fallecimiento en 1547.
La nueva iglesia fue erigida en el corazón de la antigua Mezquita, ocupando parte de los espacios correspondientes a las ampliaciones de Abderramán II y Almanzor. Presentaba una planta rectangular, de tres naves y con un gran crucero, destacando su notable verticalidad frente a la horizontalidad de la construcción musulmana. El resultado fue un edificio único en el mundo, y no sólo por la enorme calidad de la arquitectura califal, sino por la acertada forma de encajar una Catedral dentro de la Mezquita. Pese a ser numerosos los arquitectos que han continuado y alterado el proyecto inicial de Hernán Ruiz I, la impronta original se ha mantenido a lo largo de los años.
Lejos de destruir las naves califales, lo que hizo el maestro fue reutilizarlas, incorporándolas como naves laterales en series de tres arcos donde, los distintos tramos, fueron cubiertos por bóvedas de crucería góticas. Entre la naves principal y laterales se desarrollaron tres grandes arcos apuntados, que son los encargados de sostener los empujes del coro encontrándose, en la actualidad, interrumpidos por la obra de sillería, órganos y capillas laterales.
El mismo año en que se inician las obras del crucero trasladan al Obispo Manrique a Sevilla, ocupando su lugar Fray Juan Álvarez de Toledo (1523-1537). Durante su mandato las obras progresaron a buen ritmo, llegándose a construir hasta la cornisa-pasadizo que rodea los muros del crucero, incluso se vieron cerradas las naves laterales, las que rodean la cabecera y los pies de la nueva iglesia mayor.
A Fray Juan Álvarez de Toledo le sucede en el cargo Don Leopoldo de Austria, quien rige los destinos de la diócesis desde 1541 hasta su muerte en 1557. Don Leopoldo era tío del Emperador Carlos I, hombre de notable cultura y mecenas de numerosas obras en nuestra ciudad. Durante su mandato no decreció el ritmo de las obras del crucero ya que, en poco más de 15 años, se elevaron los muros de cierre de la cabecera y brazos. Además, fue el encargado de nombrar a Hernán Ruiz II el Joven maestro mayor de las obras sustituyendo a su padre, que falleció en el año 1547.
Con Hernán Ruiz II las obras del crucero adquirieron otro cariz. De marcada formación humanista (aprendió junto al maestro Diego de Siloe), éste joven arquitecto respetó en gran medida los trazos realizados por su padre, como puede apreciarse en las bóvedas de crucería gótica de los brazos del crucero. No obstante, en la realización de los muros empleó esquemas claramente renacentistas, inspirados en la arquitectura del italiano Sebastiano Serlio.
Es curioso, pero tras morir Hernán Ruiz II en 1569 las obras de la Catedral sufren un tremendo parón de casi 30 años. Es decir, tenemos que remontarnos hasta 1597, momento en que llega a Córdoba el Obispo Don Francisco Reinoso y Baeza, para apreciar actividad en la fábrica. Viendo el estado de la misma, el Obispo decide convocar a su amigo Diego de Praves, entonces maestro mayor de la Catedral de Valladolid, para que proyectara la gran bóveda que hoy cubre la nave coral. Además, Praves diseñó la bóveda elíptica que cubre el crucero y el gran arco del antecoro, de marcado carácter renacentista, que abre con una gran serliana.
Las obras realizadas por el arquitecto vallisoletano fueron supervisadas de primera mano por Juan de Ochoa, maestro mayor del Ayuntamiento, quien es considerado el más claro exponente del manierismo en nuestra ciudad. La decoración fue encargada al entallador Francisco Gutiérrez Garrido, culminándose en el año 1602, y completando así un vasto programa iconográfico que trataremos de simplificar lo más posible en el siguiente apartado.
El día 7 de Septiembre de 1607 se dieron por concluidas las obras de la Capilla Mayor y Coro nuevos, con la realización, por parte Juan de Ochoa, y aunque éste había muerto recientemente, de la fachada del trascoro. Acababa de llegar, entonces, el nuevo Obispo de Córdoba, Fray Diego de Mardones.
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Texto: J.A.S.C.
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