Plaza de la Trinidad
Domina y da nombre a la Plaza de la Trinidad, la Iglesia de San Juan y Todos los Santos, que antiguamente perteneciera al Convento de los Trinitarios. Un convento fundado por el propio Fernando III el Santo tras la conquista de la ciudad en 1236.
A penas tenemos datos de cómo fue la primitiva iglesia del convento trinitario, pero sí sabemos que bien entrado el siglo XVI la techumbre se derrumbó quedando al descubierto el interior y, gracias a las generosas donaciones de Don Martín de Córdoba y su hija Doña Teresa, la iglesia pudo repararse, encontrándose en perfectas condiciones a mediados de siglo. Muy buena no sería la reparación cuando un siglo después la iglesia, dicen las fuentes escritas, se encontraba en estado de ruina. En este caso se optó por crear una iglesia de nueva planta, prolongándose las obras durante más de diez años, siendo inaugurada el día de la Santísima Trinidad del año 1705.
La iglesia, como hoy la conocemos, presenta una planta de cruz latina con una sola nave, cubierta por bóveda de cañón con lunetos. A los pies de la iglesia se alza el coro sobre una bóveda de tipo carpanel, en este caso con lunetos decorados a base de pinturas al fresco, como al parecer estuvieron decorados la totalidad de los muros. El crucero está cubierto por cúpula sobre pechinas. Del interior podemos destacar al Santísimo Cristo de la Salud, obra anónima del siglo XVIII, titular de la cofradía del Vía Crucis. De la vecina cofradía de La Santa Faz son las imágenes de Ntro. Padre Jesús Nazareno, obra de Antonio Dubé de Luque, y María Santísima de la Trinidad, realizada por Antonio Salto, ambas contemporáneas. Las imágenes de estas dos cofradías, del lunes y martes santo respectivamente, son tratadas con mayor detenimiento en la sección Semana Santa.
La ampulosa portada de la iglesia contrasta en gran medida con su blanca fachada, voluminosa a la vez que sobria, rematada por un gran frontón triangular, que apenas alberga más decoración que dos óculos y un vano central de medio punto. La portada presenta un arco de medio punto flanqueado por pares de columnas de orden dórico, sobre las que se alza un friso de triglifos y metopas lisas. Del segundo cuerpo destacamos el empleo de la columna salomónica, al parecer fue la primera vez que se empleó en la ciudad, y un grupo escultórico en hornacina en el que, un ángel ataviado con hábito trinitario socorre a dos cautivos, símbolo de la dedicación principal de la orden. La espadaña, más en línea con la fachada, resalta por su gran sencillez.
En la Plaza de la Trinidad, frente a la citada iglesia se encuentra el antiguo Palacio de los Duques de Hornachuelos o Casa de los Hoces, noble edificación cuyo aspecto responde más a la remodelación realizada en 1965, destinada a adaptar el inmueble a Escuela de Artes y Oficios. Del antiguo edificio sólo nos ha llegado parte de la fachada, la escalera principal y el jardín. En su interior, gracias a dos lápidas conmemorativas, se recuerda a dos insignes artistas que pasaron por sus aulas: Mateo Inurria Lainosa, que fuera director de la misma durante varios años, y que además hereda su nombre, y Julio Romero de Torres (Ir al Museo), profesor, aunque lo fuera en la antigua sede de la Calle Agustín Moreno, inmueble que aún se utiliza como sucursal de la misma.
Pero la popular Plaza de la Trinidad, que gracias a Dios pertenece al grupo, cada vez más extenso cierto es, de las plazas peatonales, nos guarda una sorpresa más, el recuerdo a uno de los cordobeses más recordados y admirados, Don Luis de Góngora. Precisamente murió cerca de la plaza, en una casa ubicada en la Calle antes llamada de las Campanas – por las campanas de la espadaña de la Iglesia trinitaria -, y hoy conocida como Calle Sánchez de Feria; en ella podremos encontrar una sencilla y emotiva lápida que reza: “en este lugar murió el 23 de Mayo de 1627 el célebre poeta cordobés Luis de Góngora y Argote, dedicándole este recuerdo escritores y amantes de las letras“.
El recuerdo que guarda la plaza, decíamos, es una preciosa escultura realizada por el valenciano Amadeo Ruiz Olmos en el año 1967, y que curiosamente fue también maestro de la escuela. Dicen las crónicas que el día de la inauguración se reunió en la plaza un gran número de personalidades del mundo de las letras, como es el caso de Dámaso Alonso. La ocasión lo merecía.
Si se pregunta qué hacer en Córdoba, le recomendamos visitar la Plaza de la Trinidad contratando una de nuestras visitas guiadas. Elija hacer turismo de calidad con personal cualificado, no lo dude, ArtenCórdoba es la mejor opción.
Texto: J.A.S.C.
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