Eran casi las nueve de la noche de aquel miércoles cuando, después de todo el día trabajando y con los pies hinchados a esas alturas, a Antonia, nacida en Córdoba pero residente en Madrid, le aporrearon la puerta de su casa. Era el vecino de dos pisos más abajo, que había subido corriendo con un periódico en la mano y le enseñaba parado en el umbral de la puerta una foto de su Mezquita lejana con las columnas partidas y cuerpos inertes sobre escombros. A Antonia le dio un vuelco el corazón. Se acordó de su primo Cipriano que vivía cerca de la Mezquita y atravesaba el patio varias veces al día para hacer sus cosas.
– ¡Antonia! – gritó el vecino señalando la noticia.
– Pero ¿qué ha pasado, Miguel? – preguntó Antonia con el corazón en un puño sin poder quitar los ojos de esa imagen.
– ¡Que se ha venido abajo tu Mezquita, Antonia! ¡Que de las mil doscientas columnas, sólo quedan en pie doce, que lo pone aquí!
Antonia le quitó el periódico de las manos y empezó a leer atropelladamente.
– …los vecinos de las casas próximas empezaron a sentir ruidos extraños… notaron que iban acompañados de lamentos y gritos… -Antonia cada vez estaba más acelerada- …todo esto partía del interior del templo… No obstante, hasta las doce del día, hora normal de despertarse de muchos cordobeses, no empez… ¿cómo que hasta las doce de la mañana no se despiertan muchos cordobeses? – Antonia pasó de la angustia a la rabia en lo que tardó en leer la media frase -. Pero bueno, ¿esto qué es? ¿Una broma o qué? – preguntó airada al vacío. Se percató de la expresión contraída de su vecino que intentaba aguantar la risa y ya por fin se dio cuenta -. ¡Si serás…! – y le atizó con el periódico en el brazo -. ¡Veintiocho de diciembre te voy a dar yo a ti! ¡Si ya decía yo que lo de las mil doscientas columnas no me cuadraba, jajajajajaja! – y rompió a reír junto con su vecino.
Desconozco si alguna Antonia vivió esta noticia así o si una escena parecida tuvo lugar el 28 de diciembre de 1932. Lo cierto y verdad es que en la página tres del periódico vespertino La Voz, de Madrid, se publicó, foto incluida, esta falsa noticia aprovechando el día de los Santos Inocentes. Habitualmente, cuando uno descubre esta inocentada, es a raíz de saber que en 1932 se estaban realizando unas excavaciones bajo la dirección de Félix Hernández en el interior de la Mezquita-Catedral en busca de restos arqueológicos de que confirmaran la existencia de la basílica de San Vicente de la que hablaban las crónicas. El estado del edificio era tal, que dio pie para bromear sobre el derrumbe del mismo con sus innumerables columnas caídas por el suelo.
Efectivamente, en la falsa noticia se hacía referencia a que la versión oficial de la catástrofe se debía a dichas excavaciones, pero como buena inocentada, no escatimaba en detalles, y añadía incluso una versión popular mucho más interesante y rebuscada: según se contaba en Córdoba, el motivo real de la destrucción es que días previos varios hombres se habían dedicado a frotar fuertemente con limas sordas las columnas de la mezquita como si se trataran de los barrotes de una celda. Y la noticia no se detenía ahí, dando incluso información sobre los fallecidos que se encontraron: un matrimonio checoslovaco, un cordobés al que llamaban “Rafaé”, dos reporteros que habían entrado a cubrir la noticia, un arqueólogo italiano fascista, y una persona de nacionalidad rusa que se sospechaba que fuera Alexis Romanov, el primogénito del zar de Rusia (sólo que tanto el zar como sus hijos habían sido ejecutados catorce años antes). Igualmente se indicaba que hasta Guerrita había hecho acto de presencia, y tras una ovación de la muchedumbre, con su sombrero de ala ancha se acabó yendo por donde había venido. Del mismo modo, en la última columna del artículo se hablaba de que diputados del Congreso vendrían en avión a ver la zona catastrófica. Y para rematar hasta camiones llenos de público partían de los pueblos próximos para acercarse a la zona.
Y esto, muy señores míos, es lo que se llama una inocentada monumental.
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