De todos es conocida la pasión de los califas cordobeses por el conocimiento, y de como con dedicación y esfuerzo llegaron a crear un ambiente cultural entorno a sus personas, que en época del califa al-Hakam II rivalizó con las grandes bibliotecas de sus rivales iraquíes y egipcios.
Estas bibliotecas se compusieron en una gran parte gracias a la copia de ejemplares, mandándose delegaciones a todos los rincones del mundo mediterráneo, mas no siendo eso suficiente, la corte cordobesa pronto trató de atraer hacia ella grandes sabios que se ocuparían de investigar, educar, y escribir el resultado de sus trabajos, ayudando a su vez a acrecentar el tamaño de la misma, de la cual nos dice el historiador al-Maqqari, llegó a tener un catálogo compuesto por 44 índices de 20 páginas cada uno.
Esta biblioteca, que sin duda reunía el conocimiento de los grandes pensadores griegos y romanos, cómo Herodoto, Tucídides o Polibio muy de moda en aquella época, pronto se vino a acrecentar gracias a los vínculos entre el Estado Omeya y el Imperio Bizantino, que comenzarán en torno en época de Abd al-Rahman II, que, como símbolo de amistad, mandó dos astrólogos y un interprete a la corte imperial (entre ellos al-Gajal, el hombre reloj) y que se renovará con el ascenso hasta el califato de Abd al-Rahman III, al-Nasir, al que, conociendo su afición por las publicaciones científicas de la época, Romano I le hizo llegar, como regalo, un ejemplar de La Materia Médica de Dioscórides, que, debido a las particularidades y tecnicismos del libro, escrito en griego antiguo, debieron traducir dos doctores, Hasday Shaprut, médico personal del califa, y el Monje Nicolás, que fue mandado desde Bizancio a petición del califa, que vino a engrosar la biblioteca médica del califa de la que ya formaban parte obras de Galeno, o Hipócrates.
En esta misma recepción, se entrega también, de acuerdo con al-Maqqari, un libro de historia que ha sido largo tiempo objeto de debate, y que posiblemente no fuera en realidad “Las Historias” de Osorio, como cuenta el historiador árabe, sino posiblemente la Historia Romana de Apiano, y es por este mismo canal por el que debieron llegar a Córdoba otras obras bizantinas, como el De Ceremoniis, del que se adoptaron bastantes elementos en la organización de las ceremonias califales, las obras de Apolonio de Tiana o el de administrando imperio de Constantino VII.
Aunque no hemos sido capaz de localizar la biblioteca de Medina Azahara, y podemos temer que corrió un destino similar a aquella biblioteca granadina en la que el Cardenal Cisneros hizo quemar todos los ejemplares escritos en árabe, si se han podido confirmar en la actualidad, al menos, 897 ejemplares distintos.
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