“El arte y la cultura aumentan la armonía, la tolerancia y la comprensión entre las personas.”
Matilde Asensi
En momentos tan trágicos y convulsos como los que presenciamos estos días, se nos hace necesario aferrarnos a determinados referentes válidos para nunca perder la esperanza de vivir tiempos futuros de paz y tolerancia. El continuo estado de enfrentamiento entre distintas visiones del mundo (imposible calificar alguna de ellas como civilización) nos conduce a situaciones en las que cunde la desesperación, el horror y la radicalización de posturas. Desgraciadamente eso ocurre en nuestros días, pero hay circunstancias que no dejan de revolotear nuestra mente en momentos en que se aproximan nubarrones. Como clavo ardiendo al que agarrarse, necesitamos esos referentes que siempre debieran aportar luz ante los desafíos del futuro. De entre la vorágine informativa de estos días, resuena una frase que queremos rescatar, escuchada de quién sabe qué medio, que viene a decir algo así como: “..la humanidad sólo se salvará de la extinción a través de la cultura, la educación y la tolerancia..”.
Como ya sabemos, Córdoba ostenta la tradición de ser referencia de convivencia y tolerancia entre comunidades y religiones diferentes, a la vez que se consolida paulatinamente como una de las capitales culturales más importantes del país. Más allá de matizaciones, siempre necesarias en el estudio de los periodos históricos pues por supuesto que también presenciamos, por desgracia, atrocidades descarnantes, ejecuciones sumarias, crímenes, sometimiento y guerras terribles a lo largo de nuestra fecunda Historia, Córdoba es conocida por albergar tiempos de paz y convivencia entre civilizaciones. No lo perdamos de vista, nunca lo olvidemos y hagamos lícito el ejemplo para el resto del mundo en beneficio de todos. Son muchas las circunstancias que podemos recordar al respecto, pero queríamos recordar al menos una de ellas que siempre llamó la atención y casi nunca es contada. Tras la ocupación musulmana de 711, los conquistadores tenían costumbre de tomar para sí la mitad de los templos preexistentes, de forma que en Córdoba las comunidades cristiana y musulmana compartieron la Basílica de San Vicente (Shan Binyant), anterior a la Mezquita fundacional, no cuatro días sino más de siete décadas hasta que el emir Abderramán I se decide, sólo al final de sus días, a reunir a la comunidad mozárabe de la ciudad para pedirles que le vendan el resto del templo, permitiéndoles la reconstrucción de las iglesias destruidas durante los primeros años de ocupación. Venta finalmente realizada por una suma altísima que probablemente incluía no sólo el solar sino también los materiales de aquel templo.
Sirva esta modesta reseña como alegato contra el olvido. Sabemos que la Historia tiene mucho que enseñarlos, no perdamos las referencias de paz y convivencia que nos quedan como ejemplo que dar al mundo.
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