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Córdoba: hay que ver qué bien se conserva esta chica siempre

Me gustaría empezar mi incursión este año en este huequito de la inmensidad del ciberespacio echando la vista atrás pero sin perder el pie en el presente. Para eso, he decidido zambullirme en un mapa de la ciudad cual turista recién llegado, pero no un mapa cualquiera, sino el primero que se conoce de la ciudad. Me refiero al plano de Karvinski de 1811 o también conocido como el plano de los franceses (ojo a la particularidad de estar realizado bocabajo, con el sur arriba).

1811 karvinski reduc web
Plano de los franceses, 1811 (fuente: https://biblioteca.cordoba.es/index.php/biblio-digital/planos-y-callejero/7582-plano-1811-karvinski/)

En más de una ocasión, nuestros visitantes nos comentan que vinieron hace tiempo a la ciudad y que hay que ver cómo ha cambiado. De manera natural, nada más que por los cambios que uno ve a lo largo del tiempo ya sea en su barrio, en su camino al trabajo, o en los barrios que pasea de higos a brevas, siempre tendemos a pensar en cómo cambian las cosas y en ese tan inexorable paso del tiempo. En relación a esto, cuando hablo de la Puerta del Puente a nuestros visitantes, les digo que dicha puerta no siempre tuvo el aspecto que le vemos hoy, que la han modificado desde época romana y que lo más antiguo de la puerta es el vano, el hueco por donde llevan pasando el aire y las personas desde hace cientos de años. Y eso es un poco lo que le pasa a nuestra ciudad siempre que nos centremos en las zonas amuralladas, claro. Un viajero de 1811 habría caminado prácticamente por las mismas calles por las que pasean hoy los nuestros. Habría atravesado la Puerta de Almodóvar y la primera calle que se habría encontrado habría sido la calle Judíos hasta llegar a la plaza que los Armentas (hoy de Maimónides), y podría haber llegado al Hospital del Cardenal Salazar (facultad de Filosofía y letras), habría tomado la calle Romero desembocando en Deanes, y siguiendo la ligera pendiente habría llegado a la esquina de la calle Judería donde habría avistado la torre campanario y podría haber pasado por delante de ella paseando por la calle de la Puerta del Perdón (Cardenal Herrero), y podría haber tomado la calle de las Comedias (Velázquez Bosco) y girar en la primera calleja que hubiera encontrado a la derecha. Probablemente esa calleja no habría tenido más que cal en las paredes y rejas negras en las ventanas, pero desde el interior de dicha calleja se habría visto enmarcada igual que hoy, la torre campanario, sólo que hoy todo es mucho más colorido y lo copan todo los visitantes en busca de una de las imágenes más reproducidas de nuestra ciudad, la hoy llamada calleja de las Flores.

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Alguien puede pensar que al fin y al cabo, esa parte de la ciudad ha tenido menos transformaciones urbanísticas y que se ha quedado detenida en el tiempo, pero probemos entrando por otra puerta esta vez. ¿Qué cordobés no conoce la Puerta Gallegos? De nombre sí, aunque nosotros ya no le pongamos cara. Pues entrando por la desaparecida puerta, estaríamos en la calle Concepción (llamada así por el convento que existía en dicha calle), la primera calle a la izquierda nos llevaría a la plaza Aladreros igual que hoy, pero si continuamos por Concepción, la primera calle a la derecha sería Madera Alta (hoy Eduardo Dato), y pasado ese cruce, a la izquierda nos seguimos encontrando la calle Olmillo cuyo extremo lleva igualmente a la plaza Aladreros y nos deja junto a la calle Alegría (hoy Menéndez Pelayo), donde un restaurante, una ermita y una escuela infantil siguen recordándonos el antiguo nombre. Del mismo modo, desde Concepción, se abre también a la izquierda una calle hoy poco transitada, Uceda, que también nos llevará a la de la Alegría. Si una persona de 1811 transitara por este recorrido, aparte de que seguramente estaría desubicada en el punto y hora en que la puerta de la ciudad ya no existe, a media altura de la calle Concepción ya habría visto algo que sí identificaría inmutable desde hace dos siglos, la torre de la iglesia de San Nicolás. Frente a la torre, se sigue abriendo hoy una calle (“las espaldas” del Gran Teatro), la que él conoció como calle de la Paciencia y nosotros como José Zorrilla. Sin duda, encontrarse con las tiendas de Amancio Ortega donde empieza la calle Gondomar, habría sido toda una sorpresa para nuestro ciudadano aunque el nombre de la vía la habría reconocido igual, pero como en su época, dicha calle lo habría llevado hasta la plaza de las Tendillas, sólo que en aquella época era plazuela.

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Claramente he obviado las grandes transformaciones del ensanche del bulevar o el cambio de Tendillas o incluso las más pequeñas como la calle de la Hoguera o de la Luna en la zona turística. Por ahora hoy fijémonos en lo que sigue ahí desde hace siglos y ya veremos en próximas entradas en qué momento se abrieron grandes vías y el centro se modernizó o cómo se embelleció el foco monumental. Hasta ese momento, volvamos al plano y fijémonos, junto a la plazuela de las Tendillas, en esa calle que parece escalonada y llamada de los Siete Rincones, que no habríamos reconocido por el aspecto actual que tiene como calle Málaga.

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