Teniendo en cuenta la ciudad en la que vivimos y las temperaturas que nos gastamos, bien podría ir dedicada esta entrada a los miles de cordobeses de capital y provincia que aguantamos estoicamente los veranos en nuestra tierra. Sin embargo, en este caso hablo literalmente, si es que podemos tomar el Infierno como un lugar real, así que veamos quién acabó por aquellos lares.
Creo que, como muchas personas estos meses atrás, durante las semanas del confinamiento hice cosas que tenía pendientes, y una de ellas fue ver por fin algunos DVD comprados hace años en otros países y que aún estaban protegidos con el precinto. Concretamente me refiero a uno que compré en Italia. Hace unos años, catorce para ser exactos, Roberto Benigni, el director de La vida es bella, trece noches seguidas, en la Piazza Santa Croce de Florencia, ante la presencia de la estatua de Dante Alighieri, se dedicó a leer, explicar y recitar trece cantos de la Divina Comedia como si fuera un juglar que pretende acercar la magna obra al más humilde de los asistentes. Uno de los cantos que se hizo más célebre es el canto V, el de la lujuria, el de los amantes, el de Paolo y Francesca. Pero no estamos aquí para hablar de ellos. Nos vamos a quedar una paradita antes, en el canto IV, el primer círculo del Infierno. Bienvenidos al Limbo.
Según la “Divina Comedia”, de Dante Alighieri, los que no está bautizados terminan en el Limbo, y nombra a tres cordobeses: Lucano, Séneca y Averroes.
Según la tradición, en el Limbo terminan aquéllos que no han recibido bautismo, ya sea por fallecer antes de tiempo o por no haber pertenecido a la religión cristiana o, inevitablemente, por haber nacido antes de la existencia del cristianismo. Así, teniendo en cuenta que la Divina Comedia está narrada en primera persona por boca del mismo autor, Dante, y que va acompañado de Virgilio, poeta romano del siglo I a. C. , el mismo Virgilio afirma en la obra que él se encuentra entre éstos que habitan el limbo. Por tanto, por destacados, virtuosos, heroicos, sabios o ejemplares que fueran, todos aquéllos que no conocieran bautismo, allí quedaron, y Dante empieza a enumerar ilustres personajes que ve allí de los que dice “sentí en el corazón una gran lástima, / pues gentes del mayor merecimiento / vi que en suspenso estaban en el limbo”. Cita entre otros a César, Julia, Homero, Aristóteles, Héctor, Heráclito, Hipócrates, Galeno, Electra, Saladino, Avicena, Cornelia, Tolomeo o Euclides. Al nombrar a los poetas incluye en último lugar a Lucano. Entre Dioscórides y Cicerón bien nombra a Séneca, y el último del largo listado es Averroes, “el autor del “Comentario” (haciendo referencia al comentario que realiza el filósofo a las obras de Aristóteles). Tres cordobeses tres. ¿Y qué?
En muchas ocasiones, viendo la Córdoba de hoy, se me ha hecho difícil imaginar la Córdoba de la que se habla en textos, artículos, o en conferencias, y me he preguntado alguna vez “¿de verdad fuimos tan importantes?”. Claro, cuando lees o escuchas a quien se especializa en nuestra historia, puedes pensar “¿qué va a decir si no?”. Pero de repente, un día, confinada en tu casa porque hay una pandemia apocalíptica al otro lado de la puerta, sentada en tu salón oyes a un juglar moderno desmenuzando una obra italiana escrita en el año 1306 por un señor en absoluto sospechoso de haber puesto un pie en nuestra tierra pero que a la hora de hacer un listado de personajes virtuosos que todos debieran conocer, incluye a Lucano, Séneca y Averroes. Dos romanos del siglo I y un musulmán del siglo XII. Nacidos en Córdoba. Todos paisanos. Y entonces te haces con un ejemplar de la Divina Comedia y te vas al canto IV y repasas de nuevo los personajes que allí aparecen y ves dónde nacieron. Sólo Roma da más personajes citados en dicho canto que Córdoba. Sin embargo insisto: dos de esos tres son del siglo I y el tercero del siglo XII. Córdoba dio mentes ilustres no en un único periodo, sino en época romana y mil años después en época andalusí. Un poeta épico, a su vez sobrino de un filósofo que se codeaba con la élite política de su época, y un filósofo musulmán estudioso de un filósofo griego y cuya obra servirá de referencia para otros eruditos europeos de la Baja Edad Media. Y para rizar el rizo, te sonríes maliciosa y piensas “pero es que para colmo la obra de Dioscórides, también nombrado, se tradujo en mi ciudad en el siglo X y de ahí pasará al resto de Europa”. Entonces te recuestas en el sillón llena de satisfacción porque no hay mayor prueba del esplendor de tu ciudad que ver que dio tres mentes preclaras al mundo y que aparecen en una de las obras magnas de la literatura universal y que todo el que la lea, si no los conoce, al menos sabrá que si están ahí es por su relevancia. Gracias al señor Alighieri por sacarnos a la palestra en el siglo XIV, y gracias al señor Benigni por no dejar caer en el olvido a su poeta ni a su obra y por ende a tres cordobeses ilustres aunque acabaran en el Infierno.
Guía de turismo y licenciada en Traducción e Interpretación
Me ha encantado el artículo, interesante Dante y 3 Cordobeses.