En la Córdoba romana, como capital de la importantísima Provincia Ulterior Baetica, locales y foráneos podían disfrutar de una gran cantidad de actividades de ocio patrocinadas por la administración pública y por particulares. Las principales festividades del calendario romano, las grandes gestas militares o la obtención de importantes cargos públicos o religiosos eran celebradas con espectáculos en el anfiteatro, en el circo, obras de teatro o con la erección de estatuas conmemorativas. Los gobiernos locales y los personajes públicos se gastaban grandes sumas de dinero en estas celebraciones ya que, así, mantenían a la plebe contenta y entretenida. Esta práctica se conoce como “evergetismo” y fue muy popular a lo largo y ancho del mundo romano hasta bien entrado el siglo III d.C.
En esta ocasión nos vamos a centrar en un personaje cordobés que vivió a mediados del siglo II d.C. Gracias a un pedestal de estatua encontrado en la calle Gondomar, esquina con el bulevar del Gran Capitán, durante la primera mitad del siglo pasado sabemos que Lucius Iunius Paulinus patrocinó juegos gladiatorios, representaciones de teatro y carreras en el circo y dedicó una estatua a la personificación de la ciudad, a Colonia Patricia.
Según reza la inscripción, Lucio Junio Paulino, hijo de Publio, pertenecía a la tribu Sergia, una de las más antiguas y respetadas tribus romanas. Según la tradición, el mismísimo Rómulo dividió el pueblo en tres tribus cuyos representantes eran los encargados de tomar las decisiones en los orígenes del mundo romano. Con el paso de los siglos y la expansión de Roma llegaron a ser 35 tribus. La tribu Sergia, tendría su origen en la familia romana del mismo nombre, algunos de cuyos miembros llegaron a alcanzar las cotas más altas de poder durante el periodo republicano.
Paulino, como perteneciente a una notable familia cordobesa, fue acumulando cargos políticos y religiosos a lo largo de su carrera pública. Como político alcanzó el rango de duunviro de los colonos, una magistratura local de carácter temporal que significaba ser el principal responsable político de la ciudad. Su carrera religiosa fue más extensa. Fue pontifex: sacerdote encargado de supervisar los cultos públicos, sacrificios, juegos, fiestas… De igual manera fue flamen de la ciudad, otro cargo de carácter religioso reservado a los más destacados miembros de la comunidad (para acceder al cargo debía pagar una suma total de ¡3.000 denarios!). Era el encargado de hacer los cultos oficiales de Córdoba. El hecho de ser declarado “perpetuo” nos habla de la importancia del personaje. Para terminar, fue nombrado flamen de la provincia bética; un cargo similar al anterior pero ya no sólo de la ciudad sino de la provincia más importante de todo el Mediterráneo occidental que ocupaba el centro y oeste de la actual Andalucía. Su principal menester era el de dedicarse al culto imperial.
Según el pedestal de estatua que estamos analizando, fue su elección como flamen provincial la razón de los grandes dispendios llevados a cabo por Lucio Junio Paulino. Las estatuas que mandó erigir, incluyendo la de la Colonia Patricia del pedestal, costaron más de 400.000 sestercios. Ofreció juegos de gladiadores, dos representaciones teatrales y carreras de carros. Estoy convencida que durante una buena temporada, los cordobeses disfrutaron de lo lindo (y gratis) de una gran variedad de espectáculos gracias a la generosidad de Paulino.
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Historiadora, Arqueóloga e Intérprete de Patrimonio
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