
Los muros del Alcázar Omeya de Córdoba albergan los restos del Palacio de Don Rodrigo o Rodericus (Fuente de foto: edfu3007espana.wordpress.com)
Los últimos años de la monarquía goda no escaparon a las continuas luchas intestinas por la descendencia de un trono que no era hereditaria sino electiva, situación que aprovechó Rodericus, Duque de la Bética, para imponer por las armas su candidatura al poder de la familia del rey Witiza. Don Rodrigo tuvo su palacio en Corduba, plaza fuerte clave en el control de los territorios del Sur peninsular, ciudad en la que reúne el ejército protagonista de su rememorada derrota frente a las tropas bereberes de Tariq junto al Guadalete.
Los muros del actual Museo Diocesano, frente a la fachada Oeste de la Mezquita-Catedral, albergan aun los restos del palacio que Rodericus ostentó en nuestra ciudad en los últimos años de la monarquía goda. Como Dux Baeticorum, esto es, Duque de la Bética, enfrentó su poder al rey Witiza, muerto en 710, y su familia, de entre los que destacaban Agila pero sobre todo don Oppas, Arzobispo de Sevilla, ambos tristes protagonistas de la traición urdida contra Rodrigo en pleno desarrollo de la Batalla del Guadalete (entre Jerez y Arcos de la Frontera) en la que defendían el reino visigodo de las fuerzas invasoras del Califato Omeya de Damasco. Don Rodrigo se había impuesto militarmente a la facción witiciana poco antes, tras la muerte del propio Witiza y la designación como rey de un niño. Poco tiempo duraría su mandato. Musa ibn Nusair, gobernador del Norte de África, ya tanteaba el terreno con incursiones puntuales al Sur peninsular mientras Rodrigo trataba de sofocar las continuas revueltas astures y vasconas. Dos frentes muy complicados para un rey ya inmerso en luchas internas.

Efigie muy posterior del último rey visigodo (Fuente de foto: elartedelahistoria.wordpress.com)
La leyenda nos cuenta cómo Don Julián, gobernador de Ceuta, busca vengarse del nuevo rey tras haberle confiado la educación de su hija Florinda y ser deshonrada por el monarca. Siendo primer bastión de resistencia del reino al Sur, facilita las operaciones de desembarco en la península a las tropas bereber, consumando su venganza frente a Don Rodrigo quien, enterado de la operación, cabalga desde Pamplona a Córdoba para reunir aquí un numeroso ejército que frene la invasión. Los muros milenarios de la Corduba altomedieval escucharon las arengas de un rey efímero que se enfrentaba a un terrible destino, que nada bueno le deparaba cuando confió las alas de su ejército, en la batalla definitiva, a los familiares de Witiza don Oppas y Agila, que consumaron a su vez su propia venganza al desertar en plena batalla. En tratos con Tariq desde días previos, buscaban conservar sus posesiones y privilegios una vez se deshicieran del nuevo rey, desencadenando su derrota total.
Se dice del rey que sólo apareció su caballo asaetado junto al río Guadalete y una de sus botas, rica en piedras preciosas. Don Rodrigo, Duque de la Bética y último rey visigodo, pereció en su última batalla rodeado de venganza y traición. Así fue el triste final de un efímero rey que fue incapaz de controlar la desastrosa situación interna de un reino, abocado a su desaparición. Pese a ello, todavía resuena su nombre en nuestra ciudad, escenario de su poder y cuyo devenir cambiaría radicalmente a partir de tales acontecimientos.
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Gracias para compartir este fragmento de la rica historia de Córdoba .