La familia Villacevallos era originaria de Burgos, habiéndose trasladado a Córdoba hacia la segunda mitad del siglo XVII. El abuelo de Pedro Leonardo, D. Francisco de Villacevallos, procedía de la villa de Santibáñez, en Santander, donde ostentó el cargo de Regidor del Concejo del Valle en 1664. Ya en 1666, Francisco de Villacevallos se estableció en la ciudad de Córdoba, siendo alcalde ordinario de la Santa Hermanadad debido a su condición de caballero hidalgo. Más tarde llegaría a ser oficial del Santo Oficio en la villa de Madrid. En Córdoba contrajo matrimonio con Dña. Catalina Paniagua y Messa, natural de esta ciudad. Aquí nacerán sus hijos, Rafael y Pedro Antonio de Villacevallos Paniagua Arce y Pacheco. Del matrimonio entre Rafael y Ana María de Vera nacerá Pedro Leonardo. Pedro Antonio contraerá matrimonio con Laura de Segovia Gómez de Cabrera, siendo su hija Catalina Estefanía de Villacevallos y Segovia, prima hermana de Pedro Leonardo y con quien contraerá matrimonio en 1723. De este matrimonio, recibió como dote algunas piezas epigráficas del extinto museo del presbítero Bernardo Cabrera (1604-1676), tío abuelo de su esposa e importante anticuario y erudito cordobés. Toda su vida estuvo dedicada a su colección, por la que había logrado reconocimiento a nivel nacional.
Esta labor erudita y coleccionista de Pedro Leonardo de Villacevallos no nació de una formación estrictamente académica, sino más bien de una afición que le llevó a asumir un rol autodidacta en su tarea de catalogar todas las piezas que formarían parte de su museo. Así pues, se había iniciado en el mundo del anticuariado como aficionado avanzando lentamente. Sus primeros pasos se centraron en contactar con otros anticuarios, así como en la búsqueda de información bibliográfica.
Además, a la falta de formación académica en la materia se le sumaba el aislamiento que padecía en su Córdoba natal, pues la ciudad carecía del ambiente erudito de las grandes capitales. Sin embargo, fue precisamente este hecho el que hizo posible el surgimiento de una figura como la de Villaceballos, pues este enclave le proporcionó el material numismático y epigráfico necesario para dar cabida a sus aspiraciones intelectuales debido a la ingente cantidad de piezas arqueológicas. De este modo, el museo de Pedro Leonardo fue tomando forma en su casa de Córdoba, localizada en el barrio de la Catedral, junto al Campo Santo de los Mártires.
Así pues, el “Zevallano Antiqui-Museo Cordobés” estaba conformado por un lapidario y un erario. No obstante, es la colección epigráfica lo que diferencia a Villacevallos del resto de anticuarios coetáneos, aportándole una cierta notoriedad y prestigio.
El museo de Villacevallos continuaba la tradición de los patios arqueológicos, según el modelo desarrollado durante el Renacimiento italiano, con una cierta ordenación tipológica formal. Sin embargo, y a pesar de la importancia del lapidario, dicho museo no llegó a constituirse como un museo epigráfico, ya que no correspondía al esquema consagrado a mediados del s. XVIII por Scipione Maffei en los pórticos de la Academia Filarmónica de Verona, en el que las inscripciones constituían el objeto único de la colección. En el caso del museo de Pedro Leonardo, la simetría y la disposición heráldica de los elementos epigráficos se fusionaba con la incorporación de una serie de esculturas y bustos que complementaban la ordenación de la colección. A este respecto, existen algunos documentos que muestran la manera en la que se disponía el patio principal de la casa de Villacevallos, en el cual se encontraban las principales piezas de su museo. Este se encontraba conformado principalmente por su erario, que llegó a albergar 6.000 monedas; la colección epigráfica, cuyo número oscilaba entre las 80 y las 100; y por último las esculturas, con un total de 20, procedentes no solo de la provincia de Córdoba, sino también de otros emplazamientos, como Carmona o Porcuna. De todas ellas, destacaba una escultura romana de tipo thoracata procedente de Montoro, y que constituyó una de las piezas más emblemáticas del museo de Pedro Leonardo.
Su muerte, en 1774, supuso la paulatina desaparición de su museo como consecuencia del desinterés hacia ella mostrado por sus herederos. De este modo, parte de la colección fue vendida en los años posteriores, y en 1895 el resto de ella fue incorporado al museo Loringiano, propiedad del marqués de Casa-Loring, situado en su finca de La Concepción en Málaga.[magicactionbox id=”11191036″]
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