En 1486, el reino nazarí de Granada era ya el último dominio musulmán en la Península de Ibérica, el único que había conseguido sobreponerse al desmantelamiento del Imperio Almohade que sucede a la Batalla de las Navas de Tolosa, a la que sigue el conocido como periodo de las Terceras Taifas.
Consciente de la debilidad de los pequeños estados musulmanes, los emires nazaríes no dudaron en aliarse con el Reino de Castilla (Pacto de Jaén entre Fernando III y Alhamar), siendo sus grandes aliados en distintas disputas, tanto contra las diferentes taifas, como en las disputas internas del estado, como muestra su colaboración con Pedro I, el cruel, en la Batalla de los Piconeros (o Batalla del Campo de la Verdad), de la que emergió victorioso Enrique II.
No obstante, la situación diplomática cambiaría en no pocas ocasiones en las que tras distintas derrotas del reino granadino, el estado pasaría a ser un estado tributario de Castilla, cuya existencia quedaba en la práctica sujeta a la voluntad de los reyes castellanos, que en cierto modo los usaban como “tercer estado” para mantener el equilibrio de poder en una península dividida entre castellanos y aragoneses.
Uno de dichos momentos tuvo como escenario la ciudad de Córdoba. Tras la derrota de las tropas musulmanas en la Batalla de Lucena (1483) en una de las diferentes aceifas que caracterizaron la política fronteriza durante los siglos XIII al XV, Boabdil el Chico, rey de Granada, resultó capturado por el II Conde de Cabra (Diego Férnandez de Córdoba y Carrillo de Albornoz) siendo este llevado cautivo a la ciudad de Córdoba hasta el día 28 de Agosto de 1486, cuando tienen lugar los hechos que dan título a esta entrada, comúnmente conocido como el Pacto de Córdoba.
Preso Boadbil y existiendo una fuerte disensión interna en su reino sobre quien habría de gobernar, los Reyes Católicos fuerzan a este a revalidar las condiciones del Pacto de Jaén a cambio de su liberación. Por medio de la aceptación de dichas condiciones el emir granadino, convirtiéndose Granada en Reino Tributario de Castilla.
No obstante Boadbil no fue bien recibido en Granada, y siendo depuesto por su tío el Zagal que aceptó su rendición y le asignó la defensa de Loja, lo que finalmente volvió a suponer su nueva captura, tras la que vuelve a ser liberado, esta vez como gobernante del territorio musulmán instaurado por Fernando el católico, pero negándosele ya el título de emir.
Aunque los poetas tienden a llorar el final de Boabdil como un final personal trágico, la realidad es que su vida no es sino un buen ejemplo de la situación que vivieron los reinos musulmanes en las últimas fases de la conquista cristiana, débiles económicamente, desunidos por las disputas familiares, y sujetos a las negociaciones con los grandes reinos cristianos, para poder hacer frente a los ataques de otros musulmanes, las taifas sufrieron un continuo desgaste que acabó el 2 de Enero de 1492, con la capitulación final de la capital Granadina.
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