Es sobradamente conocido que el Guadalquivir fue usado, desde tiempos antiguos para la navegación fluvial y el transporte de mercancías en el tramo comprendido entre Córdoba y su desembocadura. Los historiadores romanos Estrabón, Pomponio Mela o Plinio ya hicieron referencia al intenso tráfico de mercancías que llegaban a la propia Roma desde Córdoba y viceversa. Precisamente, el comercio que llegaba a Córdoba procedente del mar, entraba por Hispalis (Sevilla), que prácticamente era puerto marítimo, ya que la desembocadura del Guadalquivir hace dos mil años estaba junto a esta ciudad. Así pues, el río Baetis, más tarde Guadalquivir, se convirtió en eje crucial del comercio exterior del sur peninsular.
En Córdoba, la ampliación de la ciudad hacia el río en la primera mitad del siglo I vino a justificar la construcción de un malecón que por un lado sofocara las crecidas del río y por otro permitiera el mantenimiento de un puerto comercial. Este puerto parece que sobrevivió hasta la llegada de los musulmanes en el 711, aunque sin mayor efecto hasta que a mediados del siglo IX, Abderraman II reconstruyó el llamado arrecife (al-Rasif); un camino empedrado paralelo al río sobre el antiguo puerto romano, que hizo las veces de puerto fluvial medieval. Aunque la mayor parte de los testimonios de época islámica que han llegado hasta nosotros hablan del trayecto entre Sevilla y la desembocadura en Sanlúcar de Barrameda, no podemos dejar de pensar que hasta Córdoba llegaban y salían mercancías por el río.
Después de la conquista cristiana de la ciudad en 1236, el río siguió siendo la arteria principal del comercio castellano entre el interior y la costa. Entre Sevilla y Córdoba navegaban barcos de menor calado, con las dificultades añadidas de la fuerza de la corriente y las presas de molinos que sembraban el cauce del río a lo largo de su recorrido. Precisamente, en 1360, el rey Pedro I obligó a los propietarios de los molinos a dejar una abertura en las presas del río igual o superior al ancho de la puerta de las Palmas de la Catedral cordobesa para que por ellos pudieran pasar los barcos sin dificultad. En Córdoba existieron diversos embarcaderos donde se cargaban o descargaban mercancías y donde atracaban las barcazas de transporte o de pasajeros. El molino de Martos sirvió como embarcadero durante buena parte de la Edad Media, al igual que el molino de la Albolafia. Y río abajo, fuera de la ciudad, el sitio del Aguilarejo, llamado así por encontrarse en la heredad homónima y que ha dado lugar a la zona denominada La Barquera, muy cerca de la actual Majaneque. Un poco más al sur, también se usó el embarcadero del Cortijo Rubio, utilizado frecuentemente para el tráfico de lana.
Existe mucha información sobre las mercancías que se transportaron por el río a lo largo de los siglos. Durante los siglos medievales, las minas de hierro de Sierra Morena estuvieron poco explotadas, por lo que uno de los principales productos que llegaban por vía fluvial fue el hierro vizcaíno, procedente de los altos hornos de Vizcaya, además de maderas y telas. Y desde Córdoba partían las barcazas cargadas con trigo, lana, pieles o zumaque (planta cuyos frutos se usan para el curtido de pieles). A partir del siglo XVI la navegación por el Guadalquivir se hizo más complicada por la construcción de más molinos y por la elevación de los fondos del río; de tal manera que gradualmente dejó de usarse este medio en favor del transporte terrestre, que por otro lado nunca había dejado de usarse.
Cuando pase junto al Guadalquivir no deje de pensar que tiene ante usted un verdadero protagonista de la historia de la ciudad de Córdoba.
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Historiador, Arqueólogo e Intérprete del Patrimonio
Si lo sabia pq mi abuelo trabajo muchos años en el.
Navegable y hacia de playa ,donde la gente se bañaba
Si lo sabía y la torre de la Inquisición Juanito al puente nuevo era la aduana de entrada, hoy apenas se ve y mucha gente ni sabe dónde está