Desde el reinado de Alfonso X, a finales del siglo XIII, los tejedores de paños en Córdoba, tenían privilegios especiales concedidos por el inspector de mercados y talleres, conocido por la voz árabe “almotacén”. Los privilegios del gremio de tejedores fueron confirmados en sucesivas ocasiones por los monarcas Alfonso XI, en 1320, y por Enrique II, en 1369. Más tarde, en 1458, Enrique IV (hermanastro de Isabel la Católica) confirmó las Ordenanzas Generales para la fábrica de paños de Córdoba, entre las que se incluían las de sastres, calceteros y juboneros. Así pues, en tiempos de los Reyes Católicos, a finales del siglo XV, la industria textil cordobesa había experimentado un crecimiento tan importante que, para redactar las Ordenanzas Generales de Córdoba, se pidió el consejo de un maestro pañero.
Dentro de los oficios textiles, al igual que en otros gremios, había tres categorías: maestro, obrero y mozo. Y la duración de los aprendizajes podría durar entre seis meses y cuatro años, aunque lo normal es que estuviera entre los dos y tres años. En el textil, curiosamente, se utilizaba la palabra “cofradía” (al igual que las fraternidades religiosas) para hablar de las asociaciones profesionales. Los maestros pañeros solían tener sus talleres en sus propios domicilios, aunque también es sabido que muchos telares, batanes y tintorerías pertenecían a señores seglares o eclesiásticos.
En el siglo XV, muchos propietarios solían poseer también fincas rurales, dedicadas a la cría de ganado lanar, aprovechando su propia producción de lana; aunque la venta de paños cordobeses quedaba en manos de los mercaderes o traperos, que solían comprar la lana en bruto antes de su transformación en paño. Córdoba fue un referente en el comercio de paños de lana a finales de este siglo XV, de cuyo eco hacían referencia los mercaderes burgaleses, que dominaban la exportación de la lana cordobesa. Muchos de estos paños cordobeses se vendían en las dos ferias anuales, de veinte días cada una, que se celebraban en Córdoba en marzo y mayo, en la calle de la Feria y alrededores.
Hasta el año 1500, la industria textil y el comercio pañero estuvo en manos del concejo municipal y de los gremios. Después de ese año, fueron los Reyes Católicos los que regularon la industria textil de muchas ciudades, incluida Córdoba. En 1511 se publicaron las nuevas Ordenanzas Generales de Paños, que no fueron muy del agrado de la oligarquía de la ciudad, que veía cómo perdía poder poco a poco. Los pañeros de Córdoba formularon una petición a los Reyes para continuar con las ordenanzas de Enrique II, por el agravio que recibía la ciudad en las nuevas ordenanzas, que daban más poder a los tintoreros. La respuesta de la Corona fue negativa y se ordenó que se utilizasen las ordenanzas nuevas. Como resultado de esto, el comercio de la lana perdió fuerza en Córdoba y hacia 1550 la industria del textil entró en un declive del que no volvió a recuperarse nunca más.
[magicactionbox id=”11191036″]Historiador, Arqueólogo e Intérprete del Patrimonio
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