Hoy vamos a comentar la escultura que se encuentra ubicada en la plaza Ramón y Cajal. La escultura que podremos encontrar, si paseamos por este lugar, es la dedicada a Eduardo Lucena. Pero esta obra ha pasado por muchas vicisitudes antes de poder tener su actual ubicación. La realización de este monumento fue promovida por el Centro Filarmónico, entidad cultural creada por el propio Eduardo Lucena. Este conjunto se diseña y comienza a llevarse a cabo después de la muerte del músico cordobés. La distribución original del mismo, según los bocetos existentes, incluiría en la composición la figura de una musa como una alegoría de la música.
La figura de la musa no llega a realizarse e incluso la propia figura de Eduardo Lucena se queda sin terminar porque el artista que las estaba realizando, Don Enrique Moreno, es fusilado en 1936 durante la guerra civil española. El artista, nacido en Montalbán, será fusilado en la madrugada del 8 al 9 de septiembre de ese año. Es por eso que la parte inferior de la figura esta sin terminar. La figura no llega a ser expuesta en ningún momento y es amontonada junto a otras piezas en un almacén de la ciudad. Con el paso de los años se le pierde el rastro, hasta que vuelve a ser encontrada en 1964, abandonada en un descampado en el antiguo viaducto del brillante. Era uno de los objetivos de las pedradas de los niños.
En ese momento un grupo de intelectuales cordobeses organizó una petición para restaurar la figura, ya que las pedradas de los niños habían hecho que perdiera la nariz, además de ser ubicada en alguna de las plazas con las que contaba la ciudad. Finalmente, la obra es colocada en su ubicación actual en el año 1981. Al acto acuden, además del alcalde de aquel momento, Don Julio Anguita, ciudadanos de Montalbán para así honrar al artista.
Eduardo Lucena y Vallejo era un músico y compositor cordobés. Al igual que otros intelectuales, su interés, en este caso por la música, sale a relucir a una edad muy temprana, muy probablemente influenciado por su padre Don Francisco Lucena Luque que fue quien organizó la Orquesta de Córdoba. De él es de quien Eduardo Lucena recibe sus primeras lecciones en la materia. Con el tiempo se traslada a Madrid para seguir estudiando en el conservatorio bajo la tutela de maestros tales como el violinista Jesús de Monasterio o el compositor Hilarión Eslava.
Terminada su formación, trabajaría en la Escuela Provincial de Bellas Artes de Córdoba, origen del futuro conservatorio. Fue creador también del Centro Filarmónico que lleva su nombre. Entre otros reconocimientos, fue nombrado Caballero de la Orden de Isabel la Católica y socio de honor de la Real Sociedad Económica de Amigos del País. De su faceta como compositor hay que destacar las que fueron sus grandes creaciones: la “Pavana”, el popurrí “Aires Andaluces”, la barcarola “Cruzando el lago”, la célebre Habanera, el pasacalle “Carnaval del 86”, las jotas “A Málaga” y “Las Mariposas”, y la Sinfonía en Mi mayor.
Eduardo Lucena era un gran amante de Córdoba, tal y como queda reflejado en unos versos que Ricardo de Montis le dedica: “Poseía condiciones de carácter tan excepcionales como artísticas, y su afabilidad, su buen humor, su viveza de ingenio y su gracia eran proverbiales”. El músico cordobés fallece en una casa de la calle de San Fernando, a la entrada de la cual figura desde 1912 una placa conmemorativa de este hecho, colocada ahí por el ayuntamiento.
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