Muhammad ibn ‘Abd Allāh ibn Abī ‘Āmir, más conocido como “Almanzor”, vivió en la Córdoba de mayor esplendor de su historia. La Córdoba del siglo X, época del califato. Quizás este detalle fuera determinante para su comportamiento, y pudieran justificar los hechos que desarrolló en su vida. Estudioso del derecho y la lengua árabe, Almanzor llegó a la Córdoba de Al-Hakam II como copista de la administración Omeya, cargo que rápidamente le llevó a palacio, donde, debido a su carácter serio y dominante, fue nombrado tutor del futuro califa Hixam y su madre Subh, favorita vasca de Al-Hakam II. Allí dio comienzo su carrera meteórica. De inspector de la ceca (casa de la moneda) en 967, a cadí de Sevilla y Niebla en 969, administrador de los bienes del heredero Hixam en 970. De ahí a prefecto de la ciudad de Córdoba y visir fue cuestión de meses; de tal manera que en 977 ya era nombrado primer ministro de todo Al-Andalus.
En este contexto, con el poder en sus manos, Almanzor elimina toda oposición política y se centra en las campañas militares contra los reinos cristianos y en la creación de su gran obra en la capital cordobesa, Medina al-Zahira. Por el momento se desconoce la ubicación exacta de esta ciudad, aunque algunos autores la situaron en la zona de Las Quemadas, en la zona de Rabanales o en El Granadal; sin que hasta el momento haya constancia física de su emplazamiento. La fuerte personalidad de Almanzor le llevó incluso a considerar la posibilidad de convertirse en califa, pero esto le provocó más enemigos que aliados y hubo de renunciar a ello, aunque solicitó del califa Hixam II poder absoluto para gobernar todo Al-Andalus. Poder que demostró en las más de cincuenta campañas que realizó contra los territorios cristianos en casi veinticinco años, rompiendo definitivamente las treguas y alianzas que una vez llevaron a cabo Abderraman III y su hijo Al-Hakam II con los cristianos del norte peninsular.
Medina al-Zahira se terminó en el año 982, y a continuación Almanzor se centró en la ampliación de la mezquita mayor de Córdoba, que se realizó entre 990 y 996. Para esta ampliación se dedicaron importantes sumas de dinero, indemnizando a los propietarios de las casas derribadas, y construyendo nuevas calles circundantes. Además de esto, Almanzor también llevó a cabo una política de embellecimiento de la ciudad de Córdoba, con un programa de construcción y recuperación de mezquitas de barrio, de las que podemos ver al día de hoy algunos vestigios, como los alminares del convento que fue de Santa Clara, en la calle Rey Heredia, del colegio de Las Esclavas en la iglesia de San Juan, iglesia de San Lorenzo, de Santiago, etc. Reparaciones de los acueductos romanos que dotaban agua a la ciudad, y nuevas canalizaciones de alcantarillado. Incluso, las crónicas nos hablan de la construcción de un nuevo puente sobre el Guadalquivir, aunque no es posible constatar su existencia, pero que revelaría el enorme tamaño alcanzado por la ciudad a finales del siglo X. Según el historiador al-Maqqarí cubriría una extensión de 10 millas de longitud de Este a Oeste; esto es, casi unos 20 kilómetros desde Medina Azahara hasta la actual Alcolea.
Cada arrabal estaba amurallado y disponía de puertas que cerraban de noche como medida de protección; contando incluso con una guardia militar en su interior. Las viviendas se alineaban en línea recta contando con abastecimiento de agua limpia y desagüe a pozos ciegos desde las letrinas interiores. La Córdoba de Almanzor no fue una ciudad de crecimiento incontrolado, sino con una buena planificación urbanística de calles anchas y viviendas alineadas, como si de una moderna urbanización se tratara.[magicactionbox id=”11191036″]
Historiador, Arqueólogo e Intérprete del Patrimonio
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