No cabe la menor duda que una de las causas, si no la más importante de ellas, por la que los romanos decidieron establecerse en esta zona y fundar la ciudad de Córdoba fue la inagotable cantidad de agua que proporcionaban estas tierras. Córdoba se asienta en la falda de la sierra, estribaciones de Sierra Morena, provocando una topografía descendiente hacia el sur; lo que ha determinado que los cursos de agua superficiales que dirigen sus corrientes hacia el Guadalquivir se aproximen a Córdoba o la atraviesen en algún punto. Arroyos que determinaron la evolución urbana de Córdoba, que fue cercada por dos cauces importantes al este y al oeste por el arroyo del Moro y arroyo de las Piedras respectivamente. Concretamente, el Arroyo del Moro en época romana llegaba hasta la ciudad por el norte y servía de foso a la muralla por poniente; es decir por la Puerta de Gallegos y Puerta de Almodóvar. Sin embargo, su trazado se vio modificado con el crecimiento de la ciudad hacia occidente. Por ejemplo, en 1860 se soterró a su paso por la Avenida de la Victoria para que no molestara a la feria, que ya se celebraba en el entorno. Años más tarde, con la creación de los cuarteles de la futura Avenida de Medina Azahara en 1891, su curso se desvió nuevamente más al oeste desde la Arruzafilla, pasando por detrás de la barriada de Las Margaritas y bajando, ya soterrado, por la actual Avenida del Arroyo del Moro hasta la pared del cementerio de Nuestra Señora de la Salud y continuando hacia el río Guadalquivir. Por su parte el arroyo de las Piedras, que cerraba Córdoba por el oeste fue cambiando de nombre en distintas épocas y en diferentes tramos lo que dio lugar a interpretaciones erróneas. El arroyo de las Piedras se conoció como el de Los Morales y más tarde por el de San Cristóbal, siendo el mismo arroyo de San Juan de Dios en su último tramo o de la Fuensanta justo antes de su desembocadura en el arroyo Pedroche (que corre aún más al este) y que cierra la expansión urbanística de la ciudad hacia levante.
No debemos obviar el trazado de un arroyo más que debió correr por el interior de la zona oriental cordobesa y que dio nombre a tres calles llamadas respectivamente Arroyo San Andrés, Arroyo de San Lorenzo y Arroyo de San Rafael. Desde el siglo XIV, algunos documentos citan ya el arroyo de San Lorenzo transitando por la calle que hoy lleva su nombre para seguir luego paralelo a la muralla desde la actual Ronda de Andújar hasta su desembocadura en el Molino de Martos. Pero el arroyo San Lorenzo parece partir del San Andrés, que viene desde el Colodro, y este a su vez desde la sierra posiblemente una bifurcación del San Cristóbal. Sin lugar a dudas, auténticos colectores naturales en caso de lluvia abundante muy citados en la Edad Media por los problemas de suciedad que causaban. El propio lodo empujado por las aguas, las basuras arrojadas, o la caída accidental de piedras o materiales de construcción provocaba la obstrucción de los arroyos y por lo tanto crecidas e inundaciones. Recordemos el topónimo Plaza de la Lagunilla, junto a la Puerta del Colodro, y que debe su nombre a las inundaciones que se producían en ese lugar por los desbordamientos del arroyo que pasaba a su lado.
Calles con antiguos topónimos como del Agua, del Lodo, del Chorrillo, del Arca del Agua, del Arroyo, Caño, Caño Quebrado, Cañito Bazán, Arroyo San Lorenzo, Arroyo San Rafael, Arroyo San Andrés, Arroyo del Moro, Plaza de la Lagunilla, Puentezuela de San Andrés…, hacen mención a los diversos cursos de agua que alguna vez en la historia de la ciudad corrieron por sus calles. Cuando paseen por Córdoba, no olviden leer los antiguos nombres del viario acuñados con tinta azul en coquetos azulejos junto al nombre actual; son parte presente de la historia pasada de nuestra ciudad.
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