Más allá de nuestros monumentos, nuestra historia, el arte de cada esquina y los personajes ilustres que ayudaron a que Córdoba sea lo que es hoy, nuestra artesanía también nos ha situado en el mapa y vamos a hacerle un hueco en nuestro blog. Empezaremos por uno de nuestros buques insignia: el cuero.
A ciencia cierta, el uso de las pieles empezó más como necesidad que como un arte hace miles de años para luchar contra el frío. A partir de ahí, la piel ha sido una materia prima de primera necesidad y a la que se le han dado múltiples usos, desde cuerda hasta ropa pasando por armaduras, escudos, fundas, mobiliario, encuadernación o calzado. No es raro caminar por Córdoba y toparse con tiendas cuyos productos estrella son de cuero, como bolsos, zapatos o chaquetas, todos impregnados de ese olor tan característico de la piel curtida que nos acompañará un tiempo en caso de adquirir alguno de esos artículos. Y de entre todos los productos, los símbolos de la marroquinería cordobesa son el cordobán y el guadamecí, pero ¿sabemos diferenciarlos?
El cordobán (del árabe cortobaní ‘de Córdoba’) hace referencia a piel curtida con zumaque para uso práctico y funcional elaborado gracias a técnicas árabes que perduraron en el tiempo. Esas piezas de cuero curtido de alta calidad, básicas para la elaboración de otros productos, hicieron de Córdoba un lugar de referencia para dicha industria exportando material a gran parte del mundo conocido a partir del siglo XII. Por otro lado, al hablar del guadamecí (del árabe ḡadāmisī ‘de Gadames’, ciudad de Libia) nos referiríamos a aquella piel curtida y decorativa cubierta con pan de oro o de plata y sobre el que se realizarían los distintos diseños ornamentales. ¿Entonces? ¿Esos artículos de piel que vemos en las tiendas que no son utilitarios sino ornamentales, de cuero repujado y coloreado pero que no llevan pan de plata ni similar qué son?
Técnicamente, y si nos ceñimos a las definiciones, no son ni uno ni otro. Sin embargo, la sabiduría popular los acabó denominando igualmente cordobanes, aunque ya no sea esa pieza que servirá para otros utensilios ni sea el refinado guadamecí con oro o plata. Esto no significa que estos cordobanes sean un híbrido o que no tengan valor, al contrario. En cualquier caso, ya se trate de cuero utilitario o decorativo, cordobán o guadamecí, monedero, cinturón o mocasín, debemos valorar, muy orgullosos de nuestro patrimonio, el trabajo de esos artesanos que han mantenido viva la tradición, que dominan el curtido de pieles, el diseño de las piezas que conformarán los distintos productos y todas las técnicas tradicionales a su alcance para su decoración (mosaico, repujado, tachonado, punteado, teñido, etc.) y que hacen que en este mundo industrializado, un artículo manufacturado de gran calidad sea símbolo y recuerdo de nuestra ciudad.
Y así, hablando un día con un amigo francés hace unos siete años, quise presumir de patrimonio local y le dije que el trabajo del cuero en Córdoba era muy destacado. No sólo no le sorprendió sino que me dijo que por eso el origen de la palabra cordonnier (zapatero en francés) venía de Cordoue (Córdoba). Sinceramente, aquello me dejó atónita probablemente por ese gen cordobés que nos impide creer en nosotros mismos y en nuestras excepcionalidades. Acudí a la fuente más fiable para comprobar lo que me acababan de decir, y en el diccionario me topé con varias revelaciones lingüísticas. Para empezar, la palabra francesa cordouan significa tanto ‘cuero típico de Córdoba’, como ‘persona de Córdoba’. Sabiendo esto, veamos el término que nos interesa: cordonnier (zapatero). Deriva de corduan y el sufijo -ier (aunque posteriormente por influencia de cordon (cordón) se modifique ligeramente). ¿Qué quiere decir esto? Pues que hoy, mejor que elegir una pieza artesanal para ilustrar el legado de nuestras tradiciones, quizá sea más apropiado dejar constancia de que nuestro patrimonio y nuestro saber hacer dejaron huella en una cultura hasta cristalizar en una palabra que denominaría un oficio en otro idioma. Y por qué no, vengámonos arriba y despojémonos por un momento de ese gen cordobés que nos coarta tanto y alcemos la voz orgullosos y afirmemos que en Francia aún irían descalzos si no llega a ser porque nosotros les dimos a sus “zapateros”.
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Guía de turismo y licenciada en Traducción e Interpretación
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