En el mundo antiguo, todo el año estaba plagado de festividades en honor de las más variadas divinidades a las que se consagraban los días para pedirles sus favores. El autor Ovidio dejó, para la posteridad una obra, conocida como “Fasti” en la que explicaba el origen de los nombres de los meses, de los días y de todas las fiestas que se celebraban en el calendario romano.
A mediados de febrero, un mes cuyo nombre se debe a la diosa Februa, madre de Marte y a Febrio (más conocido como Plutón) se celebraba una de las fiestas más curiosas y antiguas de todo el calendario, las Lupercalia. Cada 15 de febrero se desataba una fiesta en la que el alcohol, el sexo y el desenfreno eran sus principales características.
En Roma, la fiesta comenzaba en el monte Palatino, en el Lupercal, la gruta en la que, según la tradición, la loba Luperca había amamantado a Rómulo y Remo. Allí, los sacerdotes encargados del culto sacrificaban a un macho cabrío y, con su sangre y leche de cabra, untaban frente y manos a dos jóvenes, seleccionados entre la flor y nata de la ciudad. En ese momento, los muchachos, desnudos y armados con unas tiras confeccionadas con la piel de los animales sacrificados, iniciaban una carrera que los llevaba hasta el foro. A su paso, las mujeres se dejaban azotar con estas tiras en las manos y en la espalda (o los glúteos) ante la creencia de que este rito favorecía su fecundidad. Toda la jornada era una gran fiesta en la ciudad, en la que el vino, la comida y el jolgorio eran las notas dominantes. Un ejemplo claro del nivel de desenfreno lo protagonizó el mismísimo Marco Antonio quien, según palabras de Cicerón, recorrió las calles de la ciudad “desnudo, ebrio y ungido”, lo cual supuso un mazazo importante en su carrera política.
Parece ser que el origen de esta fiesta se remontaba a la fundación de Roma, cuando en época de los gemelos Rómulo y Remo, las mujeres quedaron estériles. El oráculo de Juno les dijo que las mujeres tenían que ser fecundadas por un macho cabrío. En cualquier caso, todo parece indicar que estamos ante rituales que buscan mejorar la fertilidad.
Con el paso de los siglos y la imposición del Cristianismo como religión predominante, los cultos antiguos fueron abolidos. Esta fiesta fue condenada en época del Papa Gelasio (492-496) quien ante la costumbre de los romanos de festejar ese día, la convirtió (borrando todo el contenido sexual) en una fiesta para los enamorados con el nombre de San Valentín.
Colonia Patricia, Córdoba, como capital de una de las provincias más desarrolladas y romanizadas del Imperio, la Bética, no debió ser ajena a una fiesta tan popular como la Lupercalia. La presencia de una escena propia de la fiesta (el momento en el que los jóvenes azotan a las mujeres con las tiras de piel de cabra) en uno de los mosaicos excavados en la villa romana de Fuente Álamo nos habla del gusto de los magnates por este tipo de prácticas. Aunque desconocemos el recorrido del ritual, imaginamos que se iniciaría a las afueras, en una zona campestre, y que los muchachos desnudos recorrerían las principales calles hasta llegar a la zona del foro de la ciudad, donde cientos de mujeres esperarían recibir el latigazo que les permitiera ser prontamente madres.
¡Cuántas y qué curiosas fiestas debieron celebrarse en la Córdoba de hace 2000 años! Seguro que volveremos para contaros más cosas…
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Historiadora, Arqueóloga e Intérprete de Patrimonio
Es mentira. El día de los enamorados es por un sacerdote que casaba a los jóvenes.