Este mes de diciembre se está celebrando en Córdoba el primer aniversario de la apertura del templo romano con diversas actividades.
Esta apertura ha supuesto la recuperación de este monumento para la ciudad, ya que antes se encontraba rodeado de una valla que impedía contemplar los detalles de la construcción: los cimientos, la base de la escalera situada al pie de las columnas o parte de los mármoles de la fábrica original tales como capiteles, fragmentos de arquitrabe o losas de pavimentación. También se abrió un pequeño recinto donde unos paneles que ofrecen más información sobre su historia -como fotografías de los trabajos de excavación o documentos relacionados con su estudio- así como otros restos arqueológicos vinculados al templo. Se trata de parte de la cimentación de los pórticos norte y este de la plaza en la cual se enclavaba el templo. Está previsto, además, que en los próximos meses comience una remodelación de su entorno (calles Capitulares y Claudio Marcelo) que tratarán de aproximarse al aspecto que tuvo este espacio en el siglo I d.C, recuperando la imagen de plaza en lugar de quedar encajonado en una calle como hoy se contempla.
El edificio que hoy vemos, no obstante, no fue solamente un templo, sino parte de un gran conjunto que comienza a construirse durante el reinado del emperador Claudio (años 41 a 54 d.C) y que posiblemente, fue la obra de mayor embergadura que acometió la Córdoba romana. No debía ser menos, pues dicho conjunto no era sino el Centro del Culto Imperial de la provincia Bética, es decir, un lugar que mostraba la fidelidad de la Bética al poder de Roma.
El conjunto se disponía en tres terrazas, de las cuales la baja estaba ocupada por el circo (de que ya se ocupó nuestro compañero José en su artículo Los edificios de espectáculos de Corduba Colonia Patricia (3ª parte): el Circo) y la alta por la plaza ya citada con el teatro no en el centro, sino ligeramente desplazado hacia el oeste. Ante él se alzaban dos aras o altares, que era donde tenía lugar el culto propiamente romano. Recordemos que los templos romanos no eran en si mismos lugares de culto, es decir, no se accedía a su interior para las ceremonias, sino que estas tenían lugar en el exterior.
La construcción de este conjunto debió ser compleja: entre otros inconvenientes, parte de la muralla oeste tuvo que ser desmontada para construir la terraza alta y la Vía Augusta, que entraba en Córdoba por el este, desplazada unos metros hacia el norte para construir el circo. A todo esto hemos de añadir la complejidad propia de la topografía, dado el desnivel del terreno en esta zona. Pero se solventó de manera satisfactoria, quedando una imagen que sorprendería al viajero del siglo I, cuando se acercaba a Colonia Patricia Corduba desde el este, ya que desde la lejanía, podría contemplar el templo, libre de muralla y a medida que se aproximaba más, su camino transcurriría paralelo al circo.
Así pues, este sería el gran símbolo de la Córdoba romana. igual que hoy sigue siendo un símbolo de aquel pasado que poco a poco, va desvelando la importancia que alcanzó la capital de la Bética durante la época romana.
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Historiadora del arte e Intérprete del Patrimonio
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