A finales del siglo XVIII, en la capital cordobesa, llegaron unos foráneos que revolucionarán durante unos días la ciudad. Estos extranjeros según afirmaban podían hacer elevarse un canasto, con un hombre dentro, atado a unas recias telas. Todo ello calentando aire. Al artilugio lo llamaban globo.
Los principios que llevan a elevarse a un globo aerostático, los asentó sabio griego Arquímedes, pero no tendrán una aplicación plausible para el caso que nos ocupa hasta principios del siglo XVIII.
La primera demostración de un vuelo, no tripulado, de un globo en la Península Ibérica será en 1709, en Lisboa. Allí el sacerdote Jesuita Bartolomeu de Gusmão, ante la corte del Rey Juan V de Portugal, despertará una grandísima expectación.
Ya en nuestro país el primer intento de vuelo se realizará en 1784 en Extremadura, sólo un año de que los hermanos Montgolfier lo lograsen en Francia, aunque los primeros tripulantes no fuesen humanos, sino un gallo, un pato y una oveja.
También en 1784, veremos en Aranjuez, la primera ascensión de una persona, pero por desgracia acabó en tragedia al caer el globo al suelo durante el ascenso. No será hasta 1792, esta vez en los jardines del Retiro cuando italiano Vicente Lunardi, realice el primer trayecto en globo sin percances desde la capital española hasta una localidad cerca de Alcalá de Henares.
Volviendo a nuestra ciudad, el pueblo se volcó prestando ayuda a este visitante, no solo le ofrecieron alojamiento, sino un espacio para hacer volar el globo e incluso dinero. Todo estaba preparado en el campo de la Merced para hacer despegar este magnífico prodigio, cientos de cordobeses se congregaron para contemplar la proeza.
El piloto se colocó en la cesta de mimbre, se encendió el fuego y con cuidado se fue pasando la madera para avivarlo, y así poco a poco el globo se fue llegando de aire caliente. Por fin llegó el momento y se soltaron los lastres,… algo pasaba, el globo no ascendía, se avivó más el fuego, la gran panza del globo se llenó con más aire que lo haría ascender hasta el cielo, más la providencia no lo quiso y los cordobés enfadados poco a poco fueron volviendo a sus quehaceres, frustrados por el tiempo perdido. Aunque este fue el primer intento que se produjo en Córdoba, no será el último, y ya a principios del siglo XIX los cordobeses pudieron ver cómo el ser humano ascendía hasta las nubes. Pero como se suele decir, eso ya es otra historia.
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