Como ya hemos comentado en alguna ocasión, el hecho de llevar más de 2000 años en el mismo lugar, hace de Córdoba algo muy especial. En otras ocasiones hemos recuperado historias de amor más o menos desconocidas, o acontecimientos históricos que se han visto eclipsados por la gran Historia. En este caso queremos rendir homenaje a aquellos nombres propios que no han sido tan afortunados como para encabezar los libros de Historia; hombres que vivieron en Córdoba y que fueron relevantes por alguna razón pero cuyo nombre no está escrito con las letras de oro de los Grandes… Como mucho, tienen una calle más o menos céntrica en la ciudad.
Junio Galión
Lucio Anneo Novato, hermano de Séneca, cambió su nombre por el de Lucio Junio Anneo Galión, al ser adoptado por el retórico Lucio Junio Galión. Como miembro de una importante estirpe cordobesa, hizo carrera política, culminando su cursus honorum con el Proconsulado de Acaya (Grecia) a mediados del siglo I d.C. Recién llegado a Corinto, los líderes judíos de la comunidad denunciaron a Pablo de Tarso ante las autoridades romanas por incitar a rendir culto a Dios de una forma que la legislación no permitía. Galión no sólo desestimó el caso sino que expulsó a los judíos, liberando a Pablo de cualquier acusación. Esto ha llevado a algunos especialistas a considerar que Galión fue miembro de las primeras comunidades cristianas.
Juan Rufo
Juan Rufo fue mucho más que el nombre de una conocida calle cordobesa; fue un hombre de su época: humanista, soldado, jugador, mujeriego, pendenciero y poeta que vivió a finales del XVI e inicios del XVII. Como cronista de don Juan de Austria, participó en la campaña contra los moriscos de Granada (1568) y en la batalla de Lepanto. De hecho, su experiencia junto al gran militar, le inspiró para la redacción de su gran obra: la “Austríada”, un poema épico considerado como uno de los mejores en verso heroico de su época.
Ambrosio de Morales
Pocos en Córdoba saben que Ambrosio de Morales fue un influyente humanista durante el reinado de Felipe II; de hecho, habiendo tomado los hábitos jerónimos y siendo catedrático de retórica de la Universidad de Alcalá, fue nombrado cronista de la corte por el monarca. Para él, realizó varios encargos, que se tradujeron en completísimos volúmenes en los que incorporaba hallazgos arqueológicos, toponimia, historia etc… Así, destacan “Las antigüedades de las ciudades de España” y varios tomos de la “Crónica General de España”. En 1574 fue autor de una de las primeras historias de la ciudad de Córdoba: “De Cordubae urbis origine situ et antiquitate”.
Beato Padre Cristóbal
Aunque el Padre Cristóbal nació en Mérida en 1638, gran parte de su vida la pasó en tierras cordobesas. De hecho, su experiencia eremítica en el llamado “desierto del Bañuelo”, en la sierra norte de la ciudad, lo marcó tan profundamente que lo llevó a fundar la “Congregación de Ermitaños de San Francisco y San Diego” y, en 1673, la Congregación mixta Hospitalarios de Jesús Nazareno”, de carácter franciscano. En este hospital se atendían las necesidades básicas de pobres, ancianos desvalidos, niños abandonados, enfermos etc… Es más, murió en 1690 tras infectarse de cólera al cuidar a vecinos contagiados por tal enfermedad. El hospital que fundó y la congregación siguen activos hoy en día.
José Sánchez Peña
El edificio más destacado de la plaza de la Corredera, la antigua Casa Consistorial y cárcel, lleva el nombre hoy de Mercado “Sánchez Peña”. José Sánchez Peña fue uno de los grandes visionarios y empresarios cordobeses de mediados del siglo XIX. Tras haber invertido más de 220.000 reales en el inmueble, en 1846 fundó la primera fábrica de sombreros de Córdoba que empleaba maquinaria a vapor. Con una plantilla de unos 120 trabajadores, la fábrica fue sinónimo de modernidad tanto en las maquinarias como en el trato del personal: asistencia sanitaria, instalación de baños, salarios justos… José Sánchez Peña fue uno de los pocos ejemplos de modernidad e industrialización de la anticuada Córdoba del XIX.
Son muchos los nombres que me he dejado en el tintero, pero el espacio es reducido y la historia de Córdoba muy amplia: una gran ciudad, solo puede generar grandes nombres.
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Y las mujeres? Al menos alguna santa o beata habrá como el beato que se ha recordado.