Comenzaremos nuestro pequeño recorrido por la nave del evangelio, concretamente con una interesante “Piedad” que cuelga a los pies de la misma. Se trata de una obra anónima de mediados del siglo XVIII, donde se aprecian evidentes fallos compositivos, si bien el dominio del dibujo en el tratamiento de la anatomía de la figura de Cristo es bastante acertado. De similares características y fechas son un “Entierro de Lázaro” y un “Crucificado“. En esta nave se encuentra la Sacristía, una pequeña estancia rectangular realizada a principios del siglo XVII, desde la que se puede acceder, por medios de unas escaleras, a la torre; la sacristía contiene varios lienzos, de los que podemos destacar una “Asunción de la Virgen” del siglo XVI o una “Aparición de San Rafael al Padre Roelas“, un tema muy repetido en nuestra ciudad puesto que representa el momento en que el Arcángel San Rafael comunica al santo que será custodio de la misma.
Una inscripción en el arco de ingreso al ábside del evangelio, actual Capilla del Sagrario, nos recuerda que las obras de reestructuración de este espacio concluyeron en 1761. La cabecera de la capilla está presidida por un retablo de Teodosio Sánchez de Rueda, realizado en madera dorada y adornado con pinturas y esculturas de pequeño formato, destacando el lienzo central, que representa la “Sagrada cena“. Las paredes están decoradas con varias pinturas alusivas a los evangelistas, o una dedicado a “San Acisclo y Santa Victoria“, santos patronos de Córdoba.
Del Altar Mayor destaca su retablo, que posee la peculiaridad de estar realizado en mármol, y no en madera dorada, como es habitual. Finalizado en 1701, es obra de Juan Navajas, quien lo esculpió junto a Andrés Antonio del Pino y Toribio de Bada. El altar está compuesto por dos pos cuerpos y tres calles, decorados con esculturas en hornacinas. Preside la composición un “Crucificado” de pequeñas proporciones y bellísima factura realizado en madera, que se encuentra situado sobre el Sagrario; a ambos lados se encuentran “San Gabriel” y “San José“. Ya en el segundo cuerpo, en la hornacina central, avenerada, encontramos una “Inmaculada“, escoltada en este caso por los arcángeles “San Miguel” y “San Rafael“.
El lugar elegido en la Iglesia de San Miguel para venerar la figura de “San José” fue el Ábside de la Epístola, sin duda el más sobrio de los ábsides, puesto que sólo puede distraernos de la pequeña imagen del santo la sencilla decoración de las cubiertas góticas que la cubren. Esta talla anónima, realizada en madera policromada, se halla embutida en una pequeña hornacina en el propio muro, ubicada bajo las saeteras cegadas del mismo. El santo aparece representado portando el ramo de lirios, su atributo más característico, pues fue el que le permitió desposar a María.
De la nave de la epístola destacaremos dos pinturas. La primera de ellas es una antiquísima “Virgen de la Leche” del siglo XV, un tema muy utilizado en el medievo que representa a la Virgen amamantando al Niño Jesús; es interesante el empleo de los dorados tanto en los tejidos como en el fondo. La segunda pintura, en este caso al fresco, es una “Anunciación de María“, que es representada en presencia un personaje situado tras el Ángel Anunciador, que imaginamos se trata de un donante. A nuestro juicio, se trata de una composición muy interesante y atrevida, puesto que su anónimo autor tuvo que ceñirse a un espacio muy reducido, lo que no le impidió realizar un entorno arquitectónico ni, incluso, la caracterización de la figura de Dios Padre.
En la nave de la epístola se encuentra la Capilla Bautismal que en su día perteneciera a Don Alfonso Díaz de Vargas, camarero del Rey Enrique, de ahí que también se le conozca como Capilla de los Vargas. Se trata de un espacio de planta cuadrangular cubierto por una bóveda de crucería gótica de ocho plementos, sustentada por trompas con fragmentos de cañón coronados por arcos de herradura con decoración en zig-zag y puntas de diamante. Sin duda alguna, se trata de una de las soluciones más interesantes de cuantas hayamos podido ver en las Iglesias Fernandinas de Córdoba. No menos llamativas son las ménsulas que se encuentran en el interior de las citadas tropas. Por último, una talla en madera policromada que representa a la “Virgen de Belén“, obra de mediados del siglo XVIII atribuida a Alonso Gómez de Sandoval, es lo más reseñable en cuanto a los bienes muebles que posee la capilla.
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Texto: J.A.S.C.
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