El origen de la Sinagoga de Córdoba se encuentra estrechamente ligado al de la diáspora judía, es decir, al primer exilio del pueblo hebreo. Se crearon con el objetivo de acoger a los judíos, independientemente de su procedencia, y así poder reunirse para practicar su religión. En la Sinagoga podían distinguirse dos funciones, como santuario y como escuela, donde se estudiaba la Biblia. Los sabios y los rabinos son los grandes conocedores de los textos sagrados y los encargados de exponerla a los fieles.
En Córdoba, en tiempos del Papa Inocencio IV, poco después de la entrada de Fernando III el Santo en la ciudad, los judíos residentes en ella decidieron levantar una gran Sinagoga. Las obras causaron una gran polémica en la ciudad, pero sobre todo en el clero, que exaltado por la suntuosidad del edificio y su proximidad a la Iglesia Mayor, se quejó al Obispo, quien se dirigió al Papa exponiéndole lo sucedido. Inocencio IV erigió una bula exigiendo la paralización de las obras.
La Sinagoga es, además de santuario, escuela.
Pero la Sinagoga no fue derribada, por la sencilla razón de que cuando la bula arribó en Córdoba, el Obispo Don Gutierre ya había muerto. Sin embargo, la Sinagoga sí sería demolida pocos años después, ya que no se les iba a permitir a los judíos edificar un edificio de tales dimensiones para sus actividades religiosas. En su lugar, dada la obligación de cubrir sus necesidades espirituales se realizó, hacia 1315, otra de menores dimensiones, bajo la dirección del alarife Ishaq Moheb, que es la que ha llegado hasta nosotros.
Como ya comenté anteriormente, tras la expulsión de los judíos por parte de los Reyes Católicos, el edificio pasó a ser Hospital, denominado de la Santa Quintería, dedicado a la curación del mal de la rabia. En el año 1588, se convirtió en la Ermita de San Crispín y San Crispiano, patronos del gremio de los zapateros. Por aquel entonces, la ermita fue ataviada con retablos, altares, incluso decorada con pinturas en las paredes, que fueron erosionando las yeserías y las inscripciones de su época inicial.
La Sinagoga fue declarado Monumento Nacional en 1885.
A mediados del siglo XIX se convirtió en escuela de párvulos hasta que, en el año 1884, Don Rafael Romero Barros, padre del pintor cordobés Julio Romero de Torres, estudió junto al Padre Mariano Párraga las inscripciones encontradas en el edificio. Poco después la Sinagoga de Córdoba declarado Monumento Nacional, concretamente en el año 1885.
Don Félix Hernández, personaje trascendental en la historia de nuestra ciudad, a quien en un futuro dedicaremos una sección en nuestra página Web, presentó un proyecto en 1928 para la restauración de edificio. Don Félix comandó la restauración que, a la postre, nos legó el estado actual de la Sinagoga, una intervención muy minuciosa y respetuosa que, sin embargo, no pudo evitar que algunas inscripciones desaparecieran.
Si se pregunta qué visitar en Córdoba, una buena opción sería la Sinagoga, eligiendo una de nuestras visitas guiadas. Apostar por hacer turismo de calidad es hacerlo por ArtenCórdoba.
Texto: J.A.S.C.
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