Triunfo de San Rafael
A lo largo del siglo XVIII la devoción del pueblo cordobés hacia San Rafael impregnó de imágenes del arcángel muchas de las plazas de la ciudad, a estas imágenes se les conocía como triunfos.
El primero de estos triunfos se colocó en el Puente Romano hacia 1651 como agradecimiento al haber cesado el brote de peste que azotó la ciudad años atrás. Años después, los escultores Pedro de la Paz y Bernabé Gómez realizaron un San Rafael a modo de remate de la Torre de la Catedral, para que dominara la ciudad.
Como dijimos líneas atrás durante el siglo XVIII se poblaron las plazas de la ciudad de un gran número de estos triunfos, como es el caso del ubicado en la Plaza de la Compañía en el año 1736, el levantado en la entrada del Alcázar en 1743, el de la Plaza de Aguayos de 1753 o el ubicado en la Plaza de San Hipólito, entre otros.
Esta moda de realizar este tipo de construcciones pudo ser el detonante para que el Cabildo Catedralicio se planteara erigir, en el año 1736, un Triunfo de San Rafael dedicado al Arcángel Custodio de la ciudad. En un primer término se confió el proyecto a un artista italiano, consistente en la creación de una fuente en cascada, donde el agua simbolizaba el nacimiento del Guadalquivir, pero pronto fue desechado por problemas con el agua. En segunda instancia se recurrió a los sacerdotes italianos Domenico de Escroijs, pintor de cámara del Rey de Portugal, y Simone Martín, escultor al servicio del Rey de Cerdeña.
El emplazamiento elegido fue la explanada contigua a la fachada sur de la Catedral, junto al Seminario y la Puerta Meridional de la ciudad. Durante la Edad Media, en este lugar había estado ubicado el antiguo Hospital de los Apestados, que fundara el Obispo Pascual y que, posteriormente, se dedicara también a los ahogados del río.
Cuando apenas habían comenzado las obras, tenemos constancia de que éstas se vieron interrumpidas, por falta de liquidez o bien por falta de dirección técnica, pero hasta la llegada del Obispo Barcia a la ciudad no hubo actividad en la fábrica. Durante las obras de cimentación salieron a la luz numerosos restos de humanos pertenecientes al cementerio del citado hospital, incluso se halló la tapa del sepulcro del Obispo Don Pascual.
El Obispo Barcia encargo la dirección de las obras al artista marsellés afincado en Córdoba Miguel Verdiguier, quien entre otros méritos había sido profesor de dibujo y pintura del Duque de Rivas. Lo cierto es que apenas tenemos constancia documental de las obras, a excepción de varios escritos de Ramírez de las Casas Deza, por lo que no podemos afirmar con rotundidad qué cambios pudo introducir Verdiguier con respecto al proyecto inicial de Escroijs.
El Triunfo de San Rafael asemeja un monte abrupto de piedra, perforado por una pequeña gruta, y en cuya cima se halla una torre cilíndrica. La puerta, que es un vano de medio punto, está decorada con el escudo del Obispo Barcia, junto al que reza la leyenda en latín: “Sólo la virtud distingue al hombre igual al hombre“. A la entrada de la gruta destacan dos elementos decorativos, un león con cara de esfinge que, bajo su garra, porta un escudo, y representa las armas de la ciudad; por otro lado, en la clave del arco, un águila que bajo sus zarpas sostiene un tablero de mármol a modo de cartela, donde reza el juramento del Arcángel San Rafael ante el Padre Roelas: “Yo te juro por Cristo Crucificado que soy Rafael Ángel a quien Dios tiene puesto por guarda de esta ciudad“.
Sobre el citado monte abrupto se encuentran tres esculturas recostadas que representan a San Acisclo y Santa Victoria (lado Norte), santos patronos de la ciudad, y Santa Bárbara (lado Sur), en las que destacan el excelente tratamiento de los pliegues de los paños. La torre cilíndrica de la que hablábamos sirve de base a una esbelta columna estriada de orden compuesto, que a su vez sirve de peana de la imagen de San Rafael, realizada también en mármol. La imagen porta el bordón de peregrino a la vez que señala a la ciudad.
El Triunfo de San Rafael está rodeado por una verja de hierro, interrumpida por diez pedestales, decorados con inscripciones latinas dedicadas en su mayoría a Córdoba y al Ángel Custodio de la ciudad. Además, en el centro de la explanada se encuentra una fuente en la que un niño cabalga a lomos de un delfín.
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Texto: J.A.S.C.
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